Miércoles, 05 de Febrero de 2025
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 15 de Marzo al 21 de Marzo de 2013

¿Dios habla?

¿Dios habla?

Rodolfo del Ángel del Ángel



Ahora que estoy preparando un curso de Biblia relacionado con el Antiguo Testamento he recordado algunas enseñanzas acerca las vicisitudes a las que la formación de la Biblia ha estado expuesta a lo largo de los siglos. La composición de la Biblia es tan variada y prolija, no solo en lo que se refiere a la conservación del texto y su fijación hasta llegar a formar los escritos canónicos que hoy reconocemos como Sagrada Escritura, sino también en la diversidad de épocas, acontecimientos y formas literarias que se descubren detrás de su contenido.

Generalmente tendemos a no darnos cuenta que Dios quiso expresar su ser no en categorías, definiciones y afirmaciones teológicas difíciles de expresar. La Biblia no es un libro técnico de teología, ni un diccionario que intente explicar quién es Dios y como se relaciona con su criatura. Dios quiso revelar su palabra escrita en medio de las circunstancias, experiencias, luchas e interrogantes existenciales de las personas. La Biblia es un registro escrito y sagrado de cómo Dios se dio a conocer entre las personas para manifestar su justicia, pero sobre todo, su misericordia.

Los autores y personajes de la Biblia aprendieron que a Dios se le conoce por la experiencia. Cuando Elías subió a la montaña sagrada, en medio del desaliento y la desesperanza que estaba viviendo, Dios le habló manifestándose en la naturaleza. Después del viento estremecedor, el terremoto y el fuego, vino un silbo apacible y delicado. Elías comprendió entonces, de manera existencial, que Dios es paz y que tenemos que aprender a escucharle en medio de circunstancias estremecedoras.

Ciertamente que Dios habla. Habló a los creyentes del pasado, habló especialmente en Jesucristo que es la revelación encarnada de su divinidad para salvación de los pecadores. Nos sigue hablando en la Biblia que tenemos que leer e interpretar haciendo que su mensaje adquiera pertinencia en nuestras circunstancias.

Dios siempre habla, sin duda, pero no siempre sabemos escucharle. Al respecto, Tomás de Kempis, en su "De Cristi Imitatio" expresa la dicha que alcanza nuestra existencia cuando se dispone de todo corazón a escuchar a Dios:

¡Feliz el alma que escucha al Señor que le habla en su interior, y que sabe recoger de sus labios la Palabra de vida y de gozo!

¡Felices los ojos que se cierran a los espectáculos exteriores, para estar más atentos a la visión interior!

En estas cosas recógete, alma mía, cierra la puerta de tus sentidos, para que puedas escuchar lo que dice el Señor, tu Dios.

 


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