Miriam Zapata / Nutrióloga
En un país donde la riqueza culinaria es motivo de orgullo nacional, pero también un factor de riesgo en temas de salud pública, es momento de mirar hacia nuestros orígenes para reencontrar el equilibrio. En esta ocasión quiero hablarte de un modelo de alimentación que no solo es saludable, sino que también es culturalmente nuestro y ambientalmente responsable: la dieta de la milpa.
Este patrón alimentario se basa en los productos tradicionales del sistema milpero, núcleo fundamental de la alimentación mesoamericana. Alimentos como el maíz, el frijol, el chile y la calabaza —conocidos también como "los cuatro fantásticos"—, son el centro nutritivo y cultural de esta propuesta que ha sido reconocida incluso por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por su valor nutricional y sustentable.
MÁS QUE COMIDA: UNA HERENCIA VIVA
La dieta de la milpa no es una moda. Es un legado de sabiduría ancestral que ha alimentado a generaciones de mexicanos con equilibrio, sencillez y sentido comunitario. Este modelo combina lo mejor de nuestra tradición prehispánica con ciertos ingredientes adoptados durante la evolución de la cocina mexicana, como el arroz, el plátano o algunas legumbres traídas de otras culturas, generando un menú balanceado que puede adaptarse tanto a zonas rurales como urbanas.
Lo más importante de este esquema es su balance de macronutrientes (carbohidratos, grasas y proteínas) y micronutrientes (vitaminas y minerales), lo que genera un impacto positivo directo en nuestra salud: fortalece el sistema inmunológico, mejora la digestión gracias a la alta ingesta de fibra, y ayuda a prevenir enfermedades crónicas como la diabetes, la obesidad o los trastornos cardiovasculares.
UNA ALTERNATIVA SALUDABLE Y ACCESIBLE
En un contexto donde el consumo excesivo de alimentos ultraprocesados, grasas saturadas y azúcares refinados está asociado al deterioro de la salud pública, la dieta de la milpa se levanta como una alternativa no solo saludable, sino también económicamente viable y culturalmente pertinente. Nos invita a reaprender a comer con lo que da la tierra, con lo que nuestras abuelas cultivaban y cocinaban, y que por años ha sido la base de la alimentación popular.
Además, este modelo considera las características geográficas, climáticas y culturales de cada región, adaptando los ingredientes locales a prácticas culinarias saludables. Esto la convierte en una propuesta flexible, rica en sabores y profundamente arraigada en la diversidad regional que caracteriza a nuestro país.
CUIDAR NUESTRO CUERPO... Y TAMBIÉN EL PLANETA
Una de las grandes virtudes de la dieta de la milpa es que no solo se enfoca en la salud individual, sino también en el bienestar colectivo y ambiental. Sugiere una reducción significativa en el consumo de carnes rojas, azúcares y productos industriales con aditivos, lo que ayuda a disminuir la huella ecológica en términos de consumo de agua, generación de gases de efecto invernadero y uso de químicos nocivos.
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