En los campos del altiplano potosino el agua escasea, el trabajo disminuye y la esperanza tambalea, a la espera de que la política no siga regando con sal la tierra que alimenta a dos naciones.
En plena celebración de la Semana Santa, mientras en muchos hogares de San Luis Potosí se vive el tra|dicional "sábado de gloria" entre música, agua y alegría, otro tipo de "cubetazo" cae sobre una de las actividades económicas más importantes del estado: la producción y exportación de tomate.
Lejos de las celebraciones religiosas y costumbristas, los productores del altiplano potosino —una región fértil que incluye municipios como Arista, Matehuala, Río Verde y Santa Rita— enfrentan con preocupación la imposición de un nuevo arancel del 20.91% por parte del gobierno estadounidense a la exportación de jitomate mexicano. La medida ha sido percibida como un duro revés económico, especialmente en un contexto donde la relación comercial con Estados Unidos se creía estable bajo el marco del T-MEC.
UNA AMENAZA AL SUSTENTO DE MILES DE FAMILIAS
"Esta semana nos cae como un cubetazo de agua fría", expresa Jorge Álvarez, empresario del sector agrícola, al referirse a la medida arancelaria. San Luis Potosí es el segundo estado con mayor volumen de exportación de tomate a Estados Unidos, con entre 300 mil y 350 mil toneladas al año, lo que lo convierte en un actor clave en la cadena agroalimentaria binacional.
Para dimensionar el impacto, basta recordar que aproximadamente el 90% del jitomate que consume Estados Unidos proviene de México. El nuevo arancel implica que antes de que un solo tráiler con jitomate pueda cruzar la frontera, se debe pagar un impuesto adelantado que ronda los 4 mil a 5 mil dólares por unidad de carga. Para los productores, esto no solo es un golpe económico, sino también logístico y operativo. "Claro que esto nos afecta bastante en el tema de flujo", señala Álvarez, advirtiendo que muchas empresas agrícolas no están en condiciones de absorber ese costo extra.
UNA CADENA QUE SE ROMPE EN MÚLTIPLES NIVELES
El riesgo no es menor. Las consecuencias de este arancel pueden generar un efecto dominó que va desde la disminución de hectáreas sembradas, pérdida de empleos temporales y permanentes en el campo, hasta una sobreoferta local que deprecie el valor del jitomate en el mercado interno.
"Hay gente que se estaba acostumbrando a sembrar 10 hectáreas y ahora está sembrando tres o cuatro", relata el productor. Esto representa no solo una baja en la producción, sino en la generación de empleos en una región donde esta actividad rivaliza con la industria azucarera en términos de empleabilidad. "Va a quedar gente sin chamba, eso es un hecho", sentencia Álvarez.
EL TOMATE, PROTAGONISTA DE LA DIETA ESTADOUNIDENSE
Pero este conflicto trasciende lo local. El jitomate mexicano es parte fundamental de la dieta estadounidense. Desde la salsa kétchup, hasta las hamburguesas, ensaladas, micheladas o desayunos con jugo de tomate, el fruto rojo está presente en millones de mesas del vecino país. "Una hamburguesa sin kétchup no sabe rico. Incluso la cerveza sin jugo de tomate, pues no te puedes echar tu buena michelada", comenta con ironía el productor potosino.
Esa dependencia —más que una ventaja— se convierte en una paradoja cuando las decisiones políticas ignoran las dinámicas reales del mercado. "Yo lo vería como darse un balazo en el pie", reflexiona Álvarez. "Ellos no pueden abastecer su necesidad de jitomate y aún así nos imponen este impuesto".
UNA ESTRATEGIA POLÍTICA DE ALTO RIESGO
La medida también tiene implicaciones políticas. La imposición del arancel por parte del expresidente Donald Trump, quien en anteriores ocasiones ha utilizado la política comercial como arma electoral, vuelve a escena como un recordatorio del frágil equilibrio en las relaciones entre México y Estados Unidos.
"En 2019 ya nos lo habían impuesto una vez", recuerda Álvarez. En aquel entonces, el arancel fue del 18.3% y duró aproximadamente seis meses. "Después, cuando se quitó el impuesto, recibimos incluso cheques de devolución por parte del Departamento de Estados Unidos", señala. La historia podría repetirse, pero en el ínterin, el daño a las economías locales puede ser irreversible.
¿Y AHORA QUÉ SIGUE?
Frente a este escenario, los productores deberán buscar alternativas: reducir áreas de cultivo, diversificar productos o buscar nuevos mercados. "Va a haber que buscar una combinación entre otras hortalizas, otros productos que tengan buen movimiento", afirma el agricultor. Pero no todos tienen la capacidad de adaptación o el tiempo necesario para replantear estrategias de producción.
El gobierno mexicano, por su parte, tiene 90 días para apelar la medida, según explicó el secretario de Agricultura. Mientras tanto, la incertidumbre reina en los campos potosinos.
UNA CRISIS QUE REVELA LA FRAGILIDAD DEL CAMPO
Esta situación no solo pone en riesgo los ingresos de los grandes exportadores, sino el sustento de miles de jornaleros, familias campesinas y trabajadores indirectos que dependen de esta cadena productiva. La aparente estabilidad que ofrecía el T-MEC se ha mostrado endeble ante los vaivenes políticos del país vecino.
"Muchos ya sembraron con la idea de que no iba a haber aranceles", lamenta Álvarez. Ahora, esas decisiones podrían convertirse en pérdidas millonarias. El campo, como tantas veces, es el primero en pagar los costos de las decisiones tomadas lejos de la tierra y la cosecha.
EL TOMATE: MÁS QUE UN FRUTO, UN TERMÓMETRO ECONÓMICO
La historia del jitomate potosino es una metáfora del México moderno: competitivo, productivo, pero vulnerable. La imposición del arancel no solo amenaza a un cultivo, sino a toda una forma de vida. Si bien la necesidad del tomate mexicano en Estados Unidos podría terminar por doblegar la medida, como ocurrió en el pasado, el precio que se paga mientras tanto es alto.
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