Una advertencia que debería encender alarmas en todos los niveles de gobierno y sociedad.
La industria azucarera mexicana atraviesa uno de los momentos más difíciles de su historia reciente. No se trata de un problema aislado ni de un fenómeno local, sino de una crisis de carácter global que golpea con especial dureza al sector cañero. El presidente de la Asociación de Cañeros C.N.P.R. del ingenio Plan de San Luis, René González, lo resume en una frase contundente: "Hoy la industria azucarera nacional está enfrentando este serio reto, este serio problema que no es de San Luis Potosí, que no es un problema de la autoridad estatal, es un tema global".
A las afectaciones por el cambio climático, que han devastado plantaciones enteras, se suma ahora la competencia desleal generada por la importación de jarabe de maíz de alta fructosa proveniente de Estados Unidos y de azúcar de países latinoamericanos como Guatemala y Brasil.
SEQUÍAS QUE DESOLAN
La crisis no es nueva. Desde 2019, la región Huasteca, uno de los bastiones cañeros de San Luis Potosí y del país, ha enfrentado sequías extremas que han reducido drásticamente los niveles de lluvia. René González lo explica con preocupación: "De llover 1,500 milímetros promedio anual, empezamos a tener lluvias hasta de 400 o 500 milímetros anuales. Así fue el año 2024 cuando tuvimos una sequía que varios productores, pequeños productores, perdimos la cepa completamente".
Esa situación dejó a cientos de familias sin ingresos, obligándolas a reestructurar créditos y a comenzar desde cero en condiciones adversas. La pérdida del sistema radicular de la caña significó un golpe devastador: cero ganancias y campos arruinados.
IMPORTACIONES DESMEDIDAS
Cuando parecía que las lluvias de 2025 darían un respiro al campo cañero, otro enemigo surgió: las importaciones. Según datos compartidos por González, en los últimos años se han introducido cerca de un millón de toneladas de azúcar del extranjero, lo que provocó una caída en los precios nacionales. A ello se suma el incremento de la fructosa estadounidense: "De 200,000 toneladas que empezó a enviar Estados Unidos a México, ahora ya se está utilizando casi un millón y medio de toneladas de jarabe de maíz que se utiliza en toda la industria de salsa, kétchup, mermeladas, galletas, refrescos, etc.".
El impacto ha sido devastador. No solo se perdió un mercado natural con Estados Unidos, que antes adquiría cerca de un millón de toneladas de azúcar mexicana y hoy apenas compra 200,000, sino que además la industria nacional enfrenta una invasión de endulzantes que sustituyen al azúcar en productos cotidianos. "Las mermeladas no tienen azúcar, la nieve no tiene ni azúcar, ya es puro jarabe de maíz proveniente de otro país", denuncia González.
LA "TORMENTA PERFECTA"
El sector enfrenta lo que los líderes cañeros denominan una tormenta perfecta: sequías prolongadas, desplome de precios por importaciones y un cambio en la percepción pública del azúcar como enemigo de la salud. Campañas de comunicación que estigmatizan a las bebidas azucaradas han puesto al producto en el centro de las críticas, aunque muchas de esas bebidas ya ni siquiera contienen azúcar, sino jarabe de maíz transgénico.
Este escenario pone en riesgo la próxima zafra. Aunque se espera una producción de 5.7 millones de toneladas de azúcar en 2025 gracias a las lluvias, los inventarios acumulados —cerca de 700,000 toneladas— y la saturación del mercado auguran pérdidas de hasta 30% para el sector cañero.
EL IMPACTO EN LA HUASTECA POTOSINA
Las consecuencias de esta crisis van más allá del campo. San Luis Potosí, tercer productor nacional de caña, tiene regiones enteras que dependen de la agroindustria azucarera. González advierte: "Diez de cada diez pesos que se mueven aquí, siete los genera la industria azucarera". Municipios como Ciudad Valles, El Naranjo, Tamasopo y Aquismón dependen de manera directa de esta actividad.
El efecto en cadena es innegable: talleres mecánicos, gasolineras, llanteras, soldadores y hasta el propio Instituto Mexicano del Seguro Social en Ciudad Valles —donde "nueve de cada diez pesos que le entra al seguro social proviene de la agroindustria cañera"— sufren ya el debilitamiento del sector.
LA BÚSQUEDA DE SOLUCIONES
Ante la magnitud del problema, los cañeros buscan abrir canales de diálogo con el gobierno federal. "Ahorita ya andan allá tratando de platicar con la presidenta Sheinbaum para que a ver si le abre una mesa de exposición de ideas", señala González. El objetivo es encontrar un equilibrio que permita a los productores competir en igualdad de condiciones frente a las importaciones y al jarabe de maíz.
Mientras tanto, la incertidumbre domina en el campo. A pesar de los esfuerzos por reestructurar créditos, recuperar tierras y sostener la producción, el futuro de miles de familias sigue pendiendo de decisiones de política comercial y de la capacidad de adaptación de una industria que durante décadas fue motor económico de regiones enteras.
UN FUTURO AMARGO
La crisis cañera no es un simple asunto sectorial. Se trata de un problema que compromete el desarrollo de regiones completas, el sustento de miles de familias y la estabilidad económica de estados productores. Si no se frena la entrada indiscriminada de endulzantes extranjeros y no se revalora el papel del azúcar mexicana en el mercado, el panorama será cada vez más sombrío.
René González lo resume con crudeza: "Creemos que va a haber una pérdida para el sector cañero de un 30% como está ahorita en la actualidad".
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