En cada productor, como diría la frase, "hay un hijo del campo dispuesto a defender lo que nos da de comer".
En el corazón del campo mexicano se respira hartazgo. Productores de maíz han tomado carreteras y casetas en distintas regiones del país para exigir precios justos y apoyos reales. Las recientes movilizaciones no son simples protestas: son el grito de quienes sostienen la alimentación nacional, los que siembran el grano que forma parte del ADN cultural de México.
Álvaro López Ríos, líder de la Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas, resume con crudeza la situación: "Desde que se negoció el tratado de libre comercio —hoy T-MEC— de manera indebida y por supuesto injusta, se metieron los granos básicos sabiendo de las asimetrías y de la competencia desleal que hay en los mercados". Según explica, esa decisión marcó el inicio de un abandono sistemático del campo mexicano.
ABANDONO Y DESIGUALDAD EN EL CAMPO
El dirigente recuerda que "el campo fue paulatinamente abandonado a su suerte" y que el sexenio pasado terminó de desmantelar las instituciones que lo sostenían. "Cancelaron toda la política pública de fomento productivo, cerraron la financiera rural y desaparecieron Aserca", señala.
A la falta de políticas, se sumaron crisis externas: la pandemia, el aumento en los fertilizantes por el conflicto entre Rusia y Ucrania, y tres años consecutivos de sequía. López Ríos sostiene que el gobierno creyó que los subsidios sociales sustituirían los apoyos productivos, pero esa apuesta, dice, "significó la ruina casi total del campo".
Los datos que ofrece son contundentes: "Desplazamos a China de ser primer importador de maíz en el mundo y ahora producimos solo el 42 por ciento de lo que consumimos". El resto, explica, "lo tenemos que importar, y nos hemos convertido en un país maicero dependiente".
UNA CONTRADICCIÓN QUE DUELE
El maíz, alimento sagrado y símbolo de identidad, hoy llega en barcos desde Estados Unidos y Sudáfrica. "Es una incongruencia que tengamos que traer maíz de otros países cuando se supone que México debería ser autosuficiente", lamenta López Ríos.
El líder campesino recuerda que el maíz no es solo un cultivo: "Fue la aportación de México al mundo, es nuestro ADN, como lo dice nuestra cultura huasteca: el *dipac* es el dios del maíz". Por eso, el hecho de depender de importaciones representa una herida simbólica y una amenaza económica.
COMPETENCIA DESLEAL Y FALTA DE APOYO
Para López Ríos, la raíz del problema está en la competencia desleal. "Es imposible que podamos competir sin apoyos y sin subsidios a la agricultura", afirma. Señala que el gobierno permitió el ingreso de 822 mil toneladas de maíz blanco importado, lo que agravó la crisis: "Eso contribuyó más a la ruina porque con tanto maíz almacenado, los precios se desploman y el nuestro no vale".
Ante esa situación, los productores decidieron alzar la voz. "Yo alerté que podía haber una oleada de protesta social, que había enojo en el campo por el abandono al que fue sometido", dice. Su advertencia se cumplió: los bloqueos se extendieron durante días por el Bajío —Jalisco, Michoacán y Guanajuato— como símbolo de una resistencia organizada.
EL MADRUGUETE INFORMATIVO Y EL ENOJO CAMPESINO
La inconformidad se agravó cuando el secretario de Agricultura anunció que se había llegado a un acuerdo con los productores para establecer un precio de 6,050 pesos por tonelada. López Ríos desmiente esa versión: "Eso no era cierto, y lo que motivó fue un enojo mayor de parte de los productores que cerraron todo".
El líder agrícola recuerda que la molestia no solo se debe a los precios bajos, sino a la falta de credibilidad de las autoridades. "El gobierno no estuvo atento al fenómeno y se nos desató el paro", afirma.
DEPENDENCIA PELIGROSA
Más allá de la coyuntura, López Ríos advierte sobre un riesgo de mayor profundidad: la vulnerabilidad alimentaria. "Si los Estados Unidos utilizan los alimentos como arma de presión, nos van a poner de rodillas o algo peor", advierte.
Recuerda que "en los 80, sin disparar una bala, desintegraron a la URSS" y teme que algo similar pueda ocurrir si México continúa dependiendo de las importaciones. "Nuestro gobierno, de manera poco reflexiva, se fue acoplando a la doctrina de seguridad alimentaria que dice que traigas los alimentos de donde puedas, pero eso funciona solo si te los quieren vender", alerta.
UN PARO QUE DESPERTÓ AL PAÍS
La Unión Nacional de Trabajadores Agrícolas decidió sumarse al Frente Nacional por el Rescate del Campo. "Le pedimos a nuestros agremiados que participaran y se solidarizaran porque era un tema que afecta a todos los productores del país", explica.
El detonante fue el anuncio del gobierno de pagar 7,200 pesos por tonelada solo a pequeños productores de hasta cinco hectáreas y 35 toneladas. "Ese es un segmento muy pequeño; el gran sector, los medianos productores, dijeron: ¿y por qué a nosotros nos dejan fuera?", relata López Ríos.
Esa exclusión fue el combustible de la rebelión campesina, que exigió un precio de garantía parejo de 7,200 pesos. Finalmente, el gobierno y los estados del Bajío acordaron un apoyo de 950 pesos para productores con hasta 20 hectáreas y 200 toneladas. "Es un acuerdo positivo, aunque no resuelve la demanda como se planteaba", reconoce el dirigente.
EL ERROR DE DEJAR FUERA AL RESTO DEL PAÍS
El acuerdo, sin embargo, solo benefició a los estados de Guanajuato, Michoacán y Jalisco. "El resto del país que siembra maíz no se ve beneficiado con este esquema", advierte López Ríos. Por eso, exhortó a los campesinos de Morelos y otras entidades a presionar a sus gobiernos locales para que se sumen al acuerdo federal.
"Presionen a su gobernadora para que se adhiera al acuerdo", les pidió. La meta, asegura, es que la regla sea pareja: "Hasta 20 hectáreas, hasta 200 toneladas, a un precio de 6,950, muy cercano a lo que se exigía".
UNA ADVERTENCIA FINAL
Para el dirigente, la lección es clara: "Ya por lo pronto dieron una caladita a los productores de cómo pueden colapsar si no son escuchados". Su mensaje es una advertencia y una promesa de resistencia.
El campo mexicano, dice, no busca privilegios, sino justicia. "No hay mal que dure cien años ni cuerpo que lo aguante", repite López Ríos. El maíz —ese símbolo milenario que dio origen a la civilización mesoamericana— sigue siendo el alimento del pueblo, pero también su bandera.
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