Pastor Héctor de Luna
En el Antiguo Testamento la palabra hebrea para prójimo significa asociado y se refiere a los miembros de la comunidad, a alguien que está cerca como un amigo o un vecino, incluyendo a los extranjeros que vivían entre ellos. En la ley estaban las responsabilidades hacia el prójimo: no dar falso testimonio contra el prójimo, no codiciar la mujer o posesiones de tu prójimo, no matar a tu prójimo, no cometer adulterio con la mujer de tu prójimo, no oprimir ni robar a tu prójimo, no mover los linderos de tu prójimo, no tomar injustamente de la cosecha de tu prójimo, no entrar en la casa de tu prójimo para tomarle prenda, no herir a tu prójimo, no hacer mal al prójimo, no calumniar al prójimo. Pero también estaba, entre otros, hacer restitución al prójimo, hacer justicia hacia el prójimo y hablar la verdad con tu prójimo.
En cierta ocasión, al estar hablando Jesús con un escriba sobre la importancia de amar a Dios y a los demás y de afirmar que esos son los mandamientos más importantes, Jesús le dijo que se debía amar al prójimo como a sí mismo. Entonces fue cuestionado por el escriba, que era considerado un hombre de letras, un maestro de la ley. El escriba, queriendo justificarse, preguntó: "¿Y quién es mi prójimo?". Los judíos de la época de Jesús habrían entendido en gran parte que su prójimo era su compañero israelita.
Sin embargo, Dios tiene en mente una definición más amplia. Amar al prójimo es algo más que amar a aquellos que son como nosotros y que a su vez pueden amarnos. Jesús hace una redefinición del término, ya que amplió el concepto a través de la parábola del buen samaritano. En la parábola, a un hombre que viajaba de Jerusalén a Jericó lo atacaron y lo dejaron como muerto a un lado del camino. Un sacerdote que pasaba por ahí ve al hombre, pero pasa al otro lado del camino. Lo mismo ocurre cuando pasa un levita. Esencialmente, dos judíos, ambos de la línea sacerdotal de los israelitas y que deberían haber conocido y seguido la ley de Dios, no demostraron amor a su compañero israelita necesitado.
Sin embargo —dijo Jesús— llegó un samaritano, una persona generalmente despreciada por los judíos a causa de las diferencias culturales y religiosas, y fue el samaritano quien se detuvo a ayudar al hombre herido. Atendió las heridas del hombre y le pagó la estadía en una posada. En pocas palabras, una persona a la que los judíos habrían considerado impura y fuera del pacto de Dios, esta es la que mostró compasión por alguien que lo habría considerado un enemigo.
Jesús preguntó al escriba cuál de los tres viajeros era prójimo del hombre herido. El experto en la ley respondió: "El que usó de misericordia con él". Entonces Jesús le dijo: "Ve y haz tú lo mismo". El samaritano, que era considerado un enemigo por los judíos, se convierte en el héroe al ayudar a un hombre judío necesitado. Esto demostró que la cercanía se define por la acción y la compasión, no por la raza o la religión.
Nuestro prójimo es, por tanto, cualquier persona cercana con la que podemos compartir el amor de Dios. Estamos llamados no solo a amar a los que son afines a nosotros o con los que nos sentimos cómodos, sino a todos los que Dios pone en nuestro camino. De hecho, Jesús dijo: "Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos, bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen y orad por los que os ultrajan y os persiguen, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos y que hace llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿No hacen también lo mismo los publicanos? Y si saludáis a vuestros hermanos solamente, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen también así los gentiles? Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto."
Dios muestra su amor a todas las personas. Como sus hijos, estamos llamados a hacer lo mismo. Es importante entender qué es el verdadero amor: amamos a las personas buscando genuinamente lo que es mejor para ellas. Amar a los demás no significa estar de acuerdo con todo lo que dicen o hacen, ni significa actuar de tal manera que siempre obtengamos su aprobación. Amar al prójimo significa atender sus necesidades tanto físicas como espirituales.
Amamos a nuestro prójimo cuando, como el samaritano de la parábola de Jesús, nos compadecemos de ellos y ayudamos a satisfacer sus necesidades en la medida de nuestras posibilidades. Amamos mejor a nuestro prójimo cuando compartimos con él la verdad de Dios: que solo Jesús puede salvar y solo Él puede satisfacer todas las necesidades de las personas.
Amamos a nuestros vecinos, incluso a los que parecieran ser nuestros enemigos, cuando actuamos hacia ellos con un corazón que ama primero a Dios. Amamos a nuestro prójimo como resultado del amor de Dios por nosotros y como una forma de demostrar nuestro amor a Dios.
Quiero terminar leyendo dos pasajes: el primero está en Romanos 5:8, que dice: "Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros." Y en primera de Juan 4:11 nos dice: "Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros." Dios te bendiga.
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