Rodolfo del Ángel del Ángel
Hay un amor que aguarda impaciente nueve meses anticipando la alegría de acunar la ternura hecha concreta en la suave y rosada piel de una criatura. Hay un amor que en vela permanece hecho cuidado y sustento, preocupación y rezo encarecido.
Es el amor de madre que hace de la debilidad y del trabajo interminable fuente de vida, fuerza y alegría para el hijo que, seguro, bajo su cobijo vive.
Sus manos trabajan incansables. Pueden ser recias para sostener al hijo, pueden ser suaves para acariciar. Sus ojos tiene la cualidad de decir tantas cosas sin mediar palabra: Desde la advertencia que anticipa el justo castigo, hasta el más profundo sentimiento de aceptación y de ternura.
Tu vida transcurrió entre el seno que alimentó, y la tarea interminable de limpiar, subir, traer, vestir, ordenar, enseñar y dar consejo.
¿Qué te hizo mantener la fuerza y el empeño si a fin de cuentas bien sabias que algún día, resignada, entre llanto contenido y alegría esperanzada, dejarías ir lo que con tanto anhelo cuidaste?
Tus brazos que arrullaron se quedaron vacíos de ausencia, con mil caricias esperando ansiosas para ser expresadas, porque sólo tú tienes la virtud de la generosidad que sabe dar sin término.
Fuiste un compendio que resumió la dádiva más rica, la entrega más plena y la renuncia más valiente porque sabías, siempre supiste, que el precio de crecer es enseñar el camino que lleva lejos de ti.
Y sin embargo tu presencia está siempre tan viva, tan real, que me acompaña a todas partes. Es lámpara encendida en las oscuras noches del alma, es suave caricia, tierna y generosa, cuando el mundo me deja hambriento de amor. Es reposo y alegría en el devenir de mi senda, es sonrisa en el alma, fuerza en el pensamiento, palpitar de amores en el corazón, paz de espíritu cuando las tormentas arrecian, fe en la vida cuando la desesperanza quiere asirme.
Hay un amor que siempre cree y que siempre espera, que aguarda en vela a que los pasos del niño hecho ya hombre recorran el camino de retorno a casa; un amor que anhela escuchar interminablemente esa voz que le llena de canciones el alma porque sabe expresar como nadie esa palabra primera que aprendió de tus labios: mamá.
A ese amor como ninguno, inspirado en el cielo, destello divino, fuente de vida, tierno arrullo, caricia perenne, espera paciente, fe contra toda desesperanza yo canto y celebro, y a Dios pido que nunca ingrato mi corazón olvide.
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