Es momento de que las autoridades y la sociedad escuchen, actúen y pongan fin a la impunidad que permite que el acoso y la violencia contra las mujeres sigan siendo una realidad cotidiana en México.
En el marco del Día Internacional de la Mujer, la reflexión sobre los avances y retos en la lucha por la igualdad de género es más que necesaria. En México, las mujeres han logrado conquistar espacios en múltiples ámbitos, pero la violencia, el acoso y la discriminación siguen siendo parte de su día a día. Tal es el caso de la maestra Diana, una docente de telesecundaria que ha enfrentado años de hostigamiento laboral y acoso sin encontrar justicia en las instituciones que deberían protegerla.
UNA HISTORIA DE VIOLENCIA SILENCIADA
Diana comenzó su carrera docente en 2016 en el municipio de Aquismón, San Luis Potosí. Desde sus primeros años en el sistema educativo, fue víctima de comentarios inapropiados y de un ambiente laboral hostil. "Cabe mencionar que era yo la única directora de la zona donde trabajaba, directora mujer. Todos los demás eran maestros y ya eran mayores que yo", relata.
Lo que inició como comentarios incómodos sobre su físico pronto escaló a una situación alarmante. Su supervisor, un hombre con poder sobre su desarrollo profesional, comenzó a acosarla de manera directa. "Me citaban a la supervisión para documentaciones y en una ocasión él hizo el comentario de que traía un catálogo de Playboy en su teléfono, con fotos que me imagino descargaba de mi Facebook", cuenta Diana. Para su horror, el supervisor mostraba esas imágenes a otros maestros y compartía su teléfono con ellos frente a ella, exponiéndola sin su consentimiento.
EL SILENCIO IMPUESTO POR EL MIEDO
Ante tal situación, Diana intentó denunciar. Sin embargo, el acoso solo se intensificó. "Cuando en su momento lo intenté hacer, él se molestó y empezó a seguirnos a la escuela, nos tomaba fotos y nos acusaba de que llegábamos tarde", explica. La hostilidad creció hasta involucrar a los padres de familia, quienes eran contactados por el supervisor para que vigilaran y reportaran las actividades de la maestra. Incluso les llamaba en la madrugada para cuestionarlos sobre su desempeño.
La violencia no solo era psicológica, sino también económica. "Me empezaron a hacer descuentos tras descuentos asegurando que yo llegaba tarde", menciona Diana. Cuando buscó apoyo en las autoridades educativas, la respuesta fue desalentadora: "Me regañaron a mí, me dijeron que lo mejor era que me callara porque me iba a meter en más problemas. Que si ellos querían, podían hasta hacer que me despidieran".
UNA SOLUCIÓN QUE NO ES SOLUCIÓN
Diana, harta de la presión, acudió al jefe de sector para solicitar apoyo. En lugar de recibir ayuda, se le ofreció un traslado a Ciudad Valles, bajo el argumento de "necesidades del servicio". "Me mandaron para acá porque acá solicitaban maestros y yo ya sobraba en mi escuela", explica. Sin embargo, el problema no terminó ahí. Su acosador continuó difamándola y amenazándola. "Hasta de eso me enteraba, que seguían haciendo comentarios sobre mí, dañando mi reputación", cuenta.
El hostigamiento no cesó. A pesar de su traslado, seguía recibiendo amenazas y advertencias de que la harían regresar a trabajar con su acosador. Finalmente, decidió elevar su denuncia ante el jefe de departamento en San Luis Potosí. "Le elaboré un documento y se lo entregué en sus manos en una reunión en el Tecnológico de Ciudad Valles", relata. La respuesta institucional fue alarmante: "Después de que le entrego el documento, me doy cuenta de que tenía al lado a esta persona sentado y le comparte el documento. Lo leen juntos".
EL RESPALDO DEL SINDICATO: UNA FALACIA
El respaldo sindical, que debería ser un pilar de apoyo para los trabajadores, se convirtió en otro obstáculo para Diana. "Tres días después enviaron un oficio diciendo que me tenía que regresar a trabajar con ellos", menciona. Al intentar reincorporarse a su escuela en Ciudad Valles, se encontró con que su puesto había sido ocupado por otra persona. "Me cerraron el paso, mandaron a una persona en mi lugar y me dijeron que ella ya iba a ocupar mi salón". Fue la intervención de los padres de familia lo que impidió que la situación se consumara sin explicaciones.
Al no encontrar justicia dentro del sistema educativo, Diana recurrió a Derechos Humanos y otras instancias. Sin embargo, las medidas fueron insuficientes. "Lo único que me dieron fueron unas medidas cautelares para protegerme y que supuestamente no me movieran de mi lugar en la escuela", dice. Mientras tanto, su acosador sigue libre, protegido por un sistema que, en teoría, combate el hostigamiento laboral.
EL TEMOR Y LA IMPUNIDAD
Hoy, Diana sigue viviendo con miedo. "Me preocupa mi familia, porque él sabe dónde viven mis papás y me da temor", confiesa. A pesar de las constantes amenazas, sigue buscando justicia, pero la impunidad es la norma. "Sé de una conversación informal donde compañeros de él dijeron que iban a tratar de que yo saliera culpable al final del día, a ver cómo iban a hacer que yo quedara como mentirosa".
La lucha de Diana no es un caso aislado. A lo largo y ancho de San Luis Potosí, hay miles de mujeres que enfrentan violencia laboral sin que el sistema les brinde una solución real. La hipocresía de las autoridades es evidente: "Esta persona ha dado conferencias sobre hostigamiento y acoso laboral, y para mí eso es una burla", denuncia Diana.
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