Semana del 05 de Diciembre al 11 de Diciembre de 2025

Gertz Manero, una salida que descompone la agenda

Gertz Manero, una salida que descompone la agenda

Javier Oliva Analista en Seguridad Nacional y Proc

Hay que analizar con detalle y con mesura los ajustes muy de fondo que se están viviendo en el gobierno federal

La salida de Alejandro Gertz Manero de la Fiscalía General de la República no solo sorprendió por su abrupto timing, sino porque revela la profundidad de una crisis institucional que se venía gestando desde hace meses. Es un reacomodo que, lejos de traer claridad, abre fisuras en la estructura de justicia del país. Lo peor es que ocurre sin una narrativa oficial coherente y en medio de señales contradictorias desde el propio gobierno.

Si algo queda claro es que el movimiento no se explica por sí solo. Como advertí, me parece que estamos en una situación verdaderamente crítica y que no hay información consistente por parte de las instituciones. La sustitución inmediata por la consejera jurídica de la presidencia —figura cercana al poder ejecutivo— envía un mensaje que mina el principio de autonomía. No me parece institucionalmente correcto que la consejera jurídica vaya a suplir los dos años que le quedaban en el periodo al ex fiscal. Es, en buen español, un retroceso para un modelo que aspiraba a trascender los ciclos sexenales.

LA AUTONOMÍA BAJO SOSPECHA
El país trabajó por décadas para construir una fiscalía autónoma que impidiera que la procuración de justicia se definiera según los vaivenes del poder político. Con este movimiento, esa aspiración queda seriamente comprometida. El mensaje es claro: la presidencia busca consolidar el control directo de los organismos que deberían servir como contrapesos.

Si a ello se suma que tanto Ernestina Godoy como Omar García Harfuch son senadores con licencia, el riesgo de captura política de la justicia se vuelve aún más evidente. La línea entre autonomía e influencia partidista se vuelve casi invisible.

La discusión no es menor. Hablamos del primer fiscal transexual que renuncia, un elemento que no solo tiene implicaciones simbólicas, sino institucionales: era una figura transexenal que debía garantizar continuidad más allá de los intereses políticos del sexenio.

UN MOVIMIENTO SINCRONIZADO
Mientras la atención mediática se centraba en la salida de Gertz, pasó casi desapercibida una renuncia igual o más significativa: la licencia —figura que, en este nivel, no existe— del secretario de Relaciones Exteriores Juan Ramón de la Fuente. Es de lamentar que haya pasado de largo (...) y no se ha analizado en los medios de comunicación.

Ambos hechos ocurrieron el mismo día. No es coincidencia. De la Fuente es uno de los operadores más sólidos del gobierno, pieza clave en diplomacia y articulación política. Su salida temporal abre dos interrogantes:

¿Quién ocupará su rol estratégico en el T-MEC y la agenda internacional?

¿Por qué se repliega en este momento crítico?

Lo dije con claridad: podría ser un proceso donde la presidenta está tomando en definitiva el control de los vértigos del gobierno federal. En ese escenario, Marcelo Ebrard quedaría como responsable absoluto del capítulo más delicado: la relación con Estados Unidos.

¿QUIÉN GANA Y QUIÉN PIERDE?
Los grupos internos de Morena también se ven sacudidos. Para algunos, como Adán Augusto, este reacomodo es un respiro, oxígeno, le regresa su presencia de control al interior de Morena y en el Senado. Para otros, representa un riesgo: la concentración de decisiones reduce márgenes de maniobra y deja poco espacio para la negociación.

La cascada de decisiones genera incertidumbre también hacia el exterior: qué mensaje se le está dando al exterior en temas de procuración de justicia. El impacto es evidente, especialmente cuando México vive presiones internacionales en materia de seguridad, impunidad y garantías institucionales.

EL RELOJ SIGUE CORRIENDO
Con estos movimientos, el gobierno manda señales ambiguas: anuncia cambios profundos sin explicar motivos, reconfigura posiciones estratégicas sin claridad legal y abre puertas a interpretaciones que alimentan la desconfianza.

El país necesita certeza jurídica, no apuestas políticas. Necesita instituciones sólidas, no reemplazos improvisados. Y necesita, sobre todo, que las decisiones de Estado no respondan a lecturas coyunturales ni a cálculos internos de un partido.

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