Pastor Héctor de Luna
¿Qué tipo de fe tienes? ¿Una que pide pruebas o una que cree sin ver? En Mateo capítulo 8 encontramos a un hombre que ni siquiera era judío, pero que tuvo una fe tan grande que hizo que Jesús se asombrara. Hoy hablaremos del Centurión romano y lo que su ejemplo puede enseñarnos a nosotros.
Empezando en Mateo 8, del versículo 5 en adelante:
"Entrando Jesús en Capernaum, vino a él un Centurión —es decir, un capitán romano con autoridad sobre 100 hombres— y este vino rogándole, y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado.
Y Jesús le dijo: Yo iré y le sanaré.
Respondió el Centurión y dijo: Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará. Porque también yo soy hombre bajo autoridad, y tengo bajo mis órdenes soldados; y digo a este: ve, y va; y al otro: ven, y viene; y a mi siervo: haz esto, y lo hace.
Al oírlo, Jesús se maravilló, y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe."
Quiero compartir tres enseñanzas breves de estos pasajes.
En primer lugar, el Centurión mostró humildad. A pesar de su rango militar, se acercó a Jesús rogándole. Además, no se sintió digno de que Jesús entrara en su casa. Debemos aprender que la verdadera fe se basa en una postura humilde. Es necesario reconocer tanto nuestra necesidad como nuestra indignidad ante Jesús, pero también debemos reconocer el poder y la gracia que Él tiene con nosotros.
En segundo lugar, el Centurión reconoció la autoridad de Jesús. Él entendía cómo funciona la autoridad: daba órdenes y se cumplían. Razonó que, así como los soldados tenían que obedecerlo porque en su persona recibía la autoridad del emperador, de igual forma la enfermedad obedece a Jesús porque en Él está la autoridad de Dios. Creía incluso que Jesús no necesitaba estar físicamente presente para sanar; solo bastaba su palabra. Debemos aprender que confiar en la autoridad de Jesús es confiar en su palabra, y confiar que tiene poder incluso a la distancia.
La tercera enseñanza es que Jesús se asombró de su fe. En todo Israel no había hallado una fe como la del Centurión. Jesús se maravilla no por lo religioso del hombre, sino por su confianza total en el poder de su palabra. Debemos entender que nuestra fe no depende de cuántos años tengamos en la iglesia, sino de cuánto confiamos realmente en Cristo.
Así que, si tú estás pasando por una situación difícil hoy, Jesús nos invita a tener una fe como la del Centurión. Que acudamos a Él en busca de ayuda, que lo hagamos con humildad y confiando plenamente en su poder y autoridad. Su palabra es más que suficiente.
Acompáñame a orar:
Señor Jesús, ayúdanos a confiar en ti como lo hizo aquel Centurión. Que no pongamos límites a tu poder, sino que creamos que basta una palabra tuya para que todo cambie. Aumenta nuestra fe y haz que nuestra confianza en ti también te asombre. Amén.
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