El asesinato del alcalde de Tancanhuitz y la posterior lucha por el control del municipio son un reflejo de cómo los intereses políticos y criminales se entrelazan en municipios marginados.
El municipio de Tancanhuitz, en la Huasteca Potosina, se encuentra en el centro de un torbellino político y social que ha captado la atención estatal y nacional. La reciente ejecución de su alcalde, en pleno inicio de su periodo, no solo dejó un vacío en el gobierno local, sino también expuso las complejidades y vínculos entre la política y los poderes fácticos en la región.
UN CRIMEN QUE SACUDIÓ A LA COMUNIDAD
La escena del asesinato no pudo ser más impactante: en un horario clave, cuando la comunidad salía de misa, los disparos resonaron en Palmira. La ejecución fue un mensaje directo, calculado para generar pánico y caos. En un instante, Tancanhuitz pasó de ser una tierra conocida por su belleza natural a un ejemplo más de la violencia que azota a municipios con altos niveles de marginación.
LA LUCHA POR EL PODER
Tras el asesinato, comenzó la pugna por el control del municipio. Morena, el partido al que pertenecía el alcalde, intentó colocar en el cargo a familiares cercanos del fallecido, lo que despertó una ola de críticas por el nepotismo evidente. Entre los nombres propuestos estaban la tía del exalcalde y otros miembros de su círculo familiar.
El proceso no solo evidenció los vínculos familiares y políticos, sino también las presiones que algunos regidores denunciaron haber recibido de grupos delictivos para votar a favor de ciertos candidatos. Finalmente, el interinato recayó en una regidora vinculada al partido Movimiento Ciudadano, quien en el pasado había trabajado como secretaria de un exalcalde del municipio.
CACICAZGOS Y NARCOPOLÍTICA
El caso de Tancanhuitz no es aislado. Es parte de un fenómeno más amplio que afecta a la Huasteca Potosina y otras regiones del estado. Municipios como Aquismón, Tanlajás y Tamuín comparten patrones similares: altos niveles de marginación, presupuestos considerables y la presencia de cacicazgos locales que han florecido gracias a la conexión entre partidos políticos y poderes fácticos.
Esta relación perversa entre política y criminalidad no solo perpetúa la violencia, sino que también despoja a la población de las respuestas que esperan de sus autoridades. La prioridad ya no son los ciudadanos, sino el control de los recursos y el poder.
EL IMPACTO EN LOS PARTIDOS
Para Morena, el caso de Tancanhuitz representa un golpe significativo. La dirigencia estatal ha sido cuestionada por su permisividad frente a estas relaciones cuestionables, mientras que el gobierno estatal, liderado por el Partido Verde, también enfrenta acusaciones de omisión y negligencia. Este clima de complicidades ha permitido que los conflictos entre particulares escalen hasta desenlaces fatales.
La historia se repite en otros municipios. En Ébano, por ejemplo, la figura de la exalcaldesa, ahora delegada de la Secretaría de Gobernación, también está rodeada de señalamientos por su gestión y los hechos violentos ocurridos durante su mandato. Estas situaciones plantean serios cuestionamientos sobre los mecanismos de selección y fiscalización dentro de los partidos.
UN FUTURO INCIERTO
El panorama en Tancanhuitz sigue siendo incierto. Aunque hay una alcaldesa interina, el debate sobre si debería convocarse a nuevas elecciones sigue abierto. Sin embargo, el costo político y económico de una elección extraordinaria podría ser un factor determinante para evitarlo.
Lo que es claro es que el caso de Tancanhuitz ha destapado una cloaca que salpica a todos los partidos involucrados. Si se sigue escarbando, las consecuencias podrían ser devastadoras para las figuras políticas implicadas y para los ciudadanos que ya sufren las repercusiones de esta violencia.
Es necesario un cambio profundo en la manera en que se concibe la política en estas regiones. La transparencia, la rendición de cuentas y un compromiso real con el bienestar de los ciudadanos deben ser prioritarios para evitar que tragedias como esta se conviertan en la norma.
El reto para los partidos y el gobierno estatal no solo es responder a la crisis inmediata, sino también sentar las bases para una política que realmente sirva a la gente y no a los intereses de unos cuantos. De lo contrario, Tancanhuitz podría convertirse en un triste precedente de lo que ocurre cuando se permite que la narcopolítica tome el control.
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