Héctor de Luna Espinosa
Jairo era uno de los jefes de la sinagoga de Capernaum, por lo que era un líder religioso muy conocido. Jairo se acercó a Jesús suplicándole que viniera a imponer las manos sobre su única hija, que estaba a punto de morir, para sanarla. Se humilló ante Jesús, cayendo a sus pies, y expresó su fe en el poder de Jesús para sanar a su hija. Jesús, conmovido, empezó a seguirle hasta su casa.
La historia de Jairo se registra en la Biblia, tanto en Marcos capítulo 5 como en Lucas 8. Mientras Jesús caminaba con Jairo, tuvieron que abrirse paso entre una gran multitud. En la Biblia se describe que la multitud le oprimía, y es probable que el gentío retrasara considerablemente el avance de Jesús, lo que debió de resultar frustrante para Jairo, ya que el tiempo era esencial pues su hija estaba a punto de morir.
En medio de la multitud, una mujer que llevaba 12 años sangrando se acercó a Jesús por detrás y tocó el borde de su manto, diciéndose a sí misma: "Si tocare tan solamente su manto, seré salva". Al instante, su flujo de sangre se secó. Jesús sintió que el poder había salido de él y se volvió para preguntar quién había tocado su ropa. La mujer, temblando de miedo, se acercó y, postrándose ante él, le contó la verdad. Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha hecho salva; ve en paz y queda sana de tu azote".
Mientras Jesús hablaba con la mujer, llegaron unos vecinos de la casa de Jairo para darle la noticia de que su hija había muerto y que ya no tenía por qué molestar a Jesús. Sin embargo, Jesús oyó la noticia y le dio a Jairo dos órdenes y una promesa: "No temas, cree solamente, y ella será salva". Juntos se dirigieron a la casa de Jairo. Al llegar, encontraron a mujeres lamentándose y llorando, pero Jesús les preguntó: "¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no está muerta, sino que duerme". Los dolientes se burlaban y reían de Jesús, pero él, sin inmutarse, entró en la casa acompañado de Jairo, su esposa, Pedro, Santiago y Juan.
Jesús se acercó a la habitación donde yacía la hija de Jairo. Tomó la mano de la niña y le dijo: "Talita, cumi", que significa "Niña, a ti te digo, levántate". Inmediatamente, el espíritu de la niña volvió; se levantó y comenzó a caminar. Todos se llenaron de asombro al ver este milagro. Jesús ordenó a Jairo que diera de comer a su hija y pidió que no contaran a nadie lo sucedido.
Es interesante observar que la hija de Jairo tenía 12 años, el mismo número de años que la mujer de la multitud había padecido su enfermedad. Además, Jesús llama "hija" a la mujer que sanó, siendo esta la única vez que utiliza esta palabra para referirse a un individuo, lo cual resalta la conexión con la "hija" de Jairo en la misma narración. La historia de Jairo en la Biblia es un milagro dentro de otro milagro, con dos "hijas" y dos periodos de una docena de años.
Cuando Jesús se detuvo en su camino a la casa de Jairo para atender a la mujer de la multitud, dejó que el tiempo pasara. Jesús no estaba preocupado por la muerte de la hija de Jairo; desde el principio sabía que la sanaría, incluso si eso significaba resucitarla de entre los muertos. En un hermoso acto de misericordia, Jesús se detuvo para atender a la mujer que se había acercado a él con fe.
Sin duda, Jairo sentía la urgencia de la situación y probablemente le frustraba lo que consideraba un retraso. Su hija estaba al borde de la muerte, y Jesús parecía estar tomando su tiempo. Jairo aprendió que el tiempo y el propósito de Dios no son como los nuestros; a veces nos exige paciencia, a veces espera más de lo que creemos racional, y en ocasiones permite una pérdida temporal para mostrarnos la abundancia eterna de su bendición.
Jairo era un líder de la sinagoga, y la mujer de la multitud, probablemente una marginada a causa de su enfermedad. Sin embargo, Jesús atendió amablemente sus respectivas necesidades y respondió a su fe con el mismo amor, poder y voluntad de sanar. Él no hace acepción de personas, ni respeta más al rico que al pobre, porque todos son obra de sus manos.
Y hoy, te pregunto: ¿Cuál es tu necesidad? Acércate a Jesús; él está aquí para sanar.
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