Sonia Mendoza Díaz
De algunos años a la fecha, en México paulatinamente hemos ido adquiriendo la conciencia de la necesidad de la transparencia.
¿Y a qué se refiere este concepto? Es muy amplio, pero el ámbito que nos ocupa se da en cuanto al uso y manejo de los recursos públicos (y por recursos nos referimos no solo al dinero, sino a situaciones tan inmateriales como el tiempo que se debe destinar al trabajo; a los recursos materiales y humanos y a la propia función pública), que a TODOS nos interesa o nos debe interesar.
Si generamos un breve antecedente, tenemos que remitirnos al tradicional formato imperial del gobierno de los Huey Tlatoanis tenochcas, mediante el cual lo único que los súbditos tenían que saber acerca de los recursos públicos, era cuanto les tocaba tributar... posteriormente, el esquema se trasplantó y adaptó en el virreinato, con un `Tlatoani´ ubicado en España y tras la independencia, el absoluto trato de sátrapas que nuestros diversos emperadores (Agustín y Maximiliano) y presidentes, prodigaban a aquello que el pueblo (o los cuartelazos) les confiaban para su administración.
Sin decir que la falta de transparencia es la única razón de nuestro subdesarrollo, sí podemos plantear que ha contribuido en gran medida a ello y lo podemos contratastar con otros países, principalmente nórdicos o sajones, donde el principio de la rendición de cuentas ha sido fundamental desde los tiempos de la Carta Magna que los nobles, prácticamente constituidos en una especie de Parlamento, obligaron a firmar al Rey Juan "Sin Tierra" y donde, entre otras cosas, se generó el germen de la idea de que un gobernante se debe al bien de su pueblo, no por que así se lo confirió Dios, sino porque la soberanía de un estado emerge del pueblo mismo.
Así, países como Estados Unidos, al surgir definieron claramente que la voluntad individual del gobernante nunca puede estar por encima de la voluntad del pueblo que le genera el poder que ejerce; tan arraigado fue ese sentimiento, que a George Washington se le ofreció la corona de la incipiente nación y la rechazó alegando que no habían llevado a cabo una lucha contra un tirano para imponer a uno nuevo... en cambio, Agustín de Iturbide aceptó (con "pesar", sin duda...) la corona del Imperio y en la Constitución se daba a entender que fue por la voluntad del pueblo mexicano y Dios, aunque mas adelante se vió que ambas voluntades no estaban muy de acuerdo que digamos.
O imaginemos a algún otro procer de nuestra historia negándose a asumir la Presidencia... todo esto nos lleva a pensar que el sentido del ejercicio del poder en México ha ido mas en el sentido de usarlo para fines personales o de grupo y no en la busqueda del bien común y con esa óptica, la rendición de cuentas y la transparencia no son definitivamente una prioridad.
Afortunadamente, la evolución histórica de nuestro sistema, ha llevado a una exigencia ciudadana de que los gobernantes y funcionarios públicos le rindamos cuentas a la gente... ¡Bravo! en San Luis Potosí, en la LVIII Legislatura sacamos adelante una ley de avanzada y ahora, desde el Grupo Parlamentario del PAN lo estamos haciendo en el Senado.
Recordemos, en materia de transparencia, entre más, definitivamente, !mejor!.
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