Emsavalles| | Jueves, 16 de Octubre de 2025| 12:17
En un show muy teatral, con tangos y trap, la argentina fue ovacionada en su primer Auditorio Nacional sold out
A grito pelao de "Cazzu, Cazzu, Cazzu" y con los cuernos rojos de diablo bien iluminados sobre la cabeza, los diez mil asistentes al Auditorio Nacional hicieron reverencia a la cantante argentina, autora del libro Perreo, una revolución, y representante, para muchas, de las madres solteras, de las mujeres empoderadas y de las que levantan la voz por su propia dignidad.
Con su Latinaje en Vivo Tour, la cantante y compositora de 31 años, se impuso en la primera fecha de sus conciertos con una presencia dominante.
A las 20:17 horas Cazzu apareció para sentarse a la mesa puesta de una rústica escenografía e interpretar las primeras líneas, a solas con un violín, de Ódiame.
Con sus largas piernas enfundadas en medias blancas y un leotardo negro adornado de encajes blancos, bailó brevemente, acompañada de un bailarín, algunos pasos de tango.
Regresó a la mesa, tomó un poco de agua y se dejó abrazar por las miles de voces en el recinto.
Entre humo blanco, la Nena Trampa conmocionó a las mujeres, cautivó a los hombres e hizo de sus tatuajes en los brazos y los hombros la expresión no de sus heridas, sino de su plena libertad, al entonar con sentimiento profundo Sobre mi tumba.
Luego cerró los ojos para interpretar "ese es mi castigo, lo digo y te olvido..." y enfatizar entonces Me tocó perder.
El coro del Auditorio Nacional se expandió en Piénsame y todas sus letras parecieron responder a los cuestionamientos silenciosos, pero presentes, de sus escuchas.
Tras una pared derruida, una ventana olvidada y, quizá, un corazón roto bajo la fachada, Cazzu cerró la puerta tras de sí y un nuevo acto, de los cuatro que componen su concierto, se gestó.
Llegó Julieta Emilia Cazzuchelli, su nombre real, en otra postura: la de la mujer fatal, la de escote desbordado y cuerpo despampanante, con corsé de brillos, cigarro y tacones altos. Toda ella se posó, en un montaje muy teatral, muy de los años 50, en Mala suerte.
Engreído y Dolce fueron la continuación de esta telenovela musical; en medio de lo que pareció una bohemia, en la que sus fans se sintieron sentarse junto a ella a la mesa de algún bar.
SUTIL Y SEDUCTOR PERREO
En dominio de su territorio, sonó La Jefa, a ritmo de corrido tumbado y así empezó su reinado absoluto con una habilidad en el trap que lució después en Nena trampa.
El baile fue de sus bailarines, pero la pose elegante, los pasos bien seguros y la voz plantada, sólo de ella, que optó por no perrear demasiado durante todo el concierto.
La trama de la historia teatral revolucionó a la protagonista en Mucha data. Para Brinca, sus caderas se desbordaron, en un sutil perreo, para deleite de todos.
El mood cambió de pronto. Adiós a la cola negra de tela del vestuario, para descubrir el abdomen bien torneado y revelar una provocativa interpretación de Miedo, Toda y Loca, temas iluminados con luz roja.
La narrativa avanzó en este concierto-ficción. Y aunque Cazzu se mostró nerviosa intentando arreglar algo de su micrófono inalámbrico, una y otra vez, pronto optó por el de maraca. El concierto, a pesar de tales problemas técnicos, nunca se detuvo.
El personaje femenino se tiró al alcohol en Ahora y en Que disparen pareció tener un despertar profundo tras la resaca.
La escenografía de madera, que aludió a un camerino o un cuarto de un gran hotel, fue la mampara para el tercer acto.
CERCANA A LOS SUYOS
Julieta saludó al Auditorio Nacional, con nuevo vestuario florido y dorado, sentada en medio del escenario, adornada por la vegetación a los costados.
¿Cómo la están pasando? Es un placer para mí estar aquí, esta noche. No me alcanzan las palabras para expresar la felicidad y el orgullo que tengo de poder estar compartiendo este momento con ustedes y les quiero dar las gracias por haber comprado su entrada, por haberse esforzado por venir hasta acá...", señaló y fue interrumpida por los gritos de "¡ya eres mexicana", una y otra vez.
Sonó La cueva, tras cuya frase "solamente pensaste en vos...", una voz de entre butacas gritó intempestivamente: "¡Hijo de puta!" y fue correspondido por todos como apoyo a la exclamación.
Luego llegó la canción dedicada a su hija Inti, que concibió con Christian Nodal. Cazzu presentó el tema emotivamente, sin mencionar al padre, y dirigió su interpretación a todos los que han sido madres o padres.
Esta canción es muy especial para mí y espero que lo sea para ustedes. Está dedicada a las mamás y a los papás aquí presentes. Sé que ustedes se la dedicarán a sus hijos y a sus hijas", dijo y entre una sonrisa conmovida cantó Inti.
En esta sentida sección, Cazzu se dio la oportunidad de hacer dos covers: Pobrecito mi patrón, de Facundo Cabral, y No me enseñaste, de Thalía.
Agradeció que los shows en vivo permitan al público verla como es de verdad y detallar que incluso hay errores, como sucede en los seres humanos.
Todo esto para mí representa lo que se quiere escribir en un show como éste como qué es una mujer. Para mí, una mujer es todo, es ternura, enojo, a veces violencia, frustración; es mamá, es una mujer sensual, una mujer que quiere, que se enamora, que pinta solcitos con sus hijos. Ustedes me hacen pensar en este contraste que se vive en este show y me pone muy reflexiva".
Más tarde, dijo: "En un show en vivo pueden ver la imperfección, ver de cerca que tengo celulitis. Me gusta ser imperfecta. Ser como soy. Espero que a ustedes les guste ser como son. A mí me gustan como son ustedes".
DE HIMNOS Y FIESTA
El cuarto acto fue para bailar, para la fiesta, para cantar a todo pulmón y perrear un poco.
Cantó Peliculeo y en Nada, los cuernos rojos se iluminaron.
Con Tú y tú abrió pista y se armó la fiesta. Así, sin ganas de irse, cantó el que se ha convertido en uno de sus himnos: Con otra. Y como lo pidió desde antes, no hubo hate, o por lo menos no con nombres ni apellidos, sólo gargantas despechadas y ella. Menu degustación dio punto final a la velada.
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