Jueves, 26 de Diciembre de 2024
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Semana del 24 de Agosto al 30 de Agosto de 2024

La Propiciación

La Propiciación

Pastor Héctor de Luna



La palabra "propiciación" conlleva la idea fundamental de aplacar o satisfacer, y se aplica específicamente en relación con Dios. En este contexto, la propiciación es un acto que implica apaciguar la ira de una entidad ofendida y lograr la reconciliación con ella.

La necesidad de apaciguar a Dios es un concepto común en diversas religiones. Tanto en las antiguas religiones paganas como en muchas religiones actuales, se enseña que el ser humano puede aplacar a Dios mediante la oferta de sacrificios o diversas ofrendas. No obstante, la Biblia enseña que Dios mismo ha provisto el único medio por el cual se puede aplacar su ira y lograr la reconciliación con Él, proporcionando así una solución definitiva para el pecado humano.

En el Nuevo Testamento, el acto de la propiciación siempre se refiere a la obra de Dios y no a los sacrificios u ofrendas ofrecidos por el hombre. Esto se debe a que el ser humano es totalmente incapaz de satisfacer la justicia de Dios, excepto si pasara la eternidad en el infierno.

No existe ningún servicio, sacrificio o regalo que el hombre pueda ofrecer para aplacar la santa ira de Dios o satisfacer su perfecta justicia. La única satisfacción o propiciación aceptable para Dios, que permita la reconciliación del hombre con Él, debía ser realizada por Dios mismo. Por esta razón, Dios Hijo, Jesucristo, vino al mundo en forma humana para ofrecer el sacrificio perfecto por el pecado y realizar la propiciación o expiación por los pecados del pueblo.

La palabra "propiciación" se emplea en varios versículos para explicar lo que Jesús logró a través de su muerte en la cruz. Por ejemplo, en Romanos 3:24-25, se afirma que los creyentes en Cristo han sido "justificados gratuitamente por su gracia mediante la redención que es en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto en su paciencia los pecados pasados".

Estos versículos son fundamentales en el argumento de Pablo en el libro de Romanos y se encuentran en el corazón del mensaje del evangelio. En los tres primeros capítulos de Romanos, Pablo expone que tanto judíos como gentiles están bajo la condenación de Dios y son merecedores de su ira, como se señala en Romanos 1:18 y Romanos 3:23, que afirman que todos han pecado y están destituidos de la gloria de Dios. Sin embargo, Dios, en su infinita gracia y misericordia, ha provisto un medio para aplacar su ira y lograr nuestra reconciliación con Él: la muerte sacrificial de su Hijo, Jesucristo, como pago por nuestros pecados. Solo a través de la fe en Jesucristo, el sacrificio perfecto de Dios, podemos ser reconciliados con Él. Es por la muerte de Cristo en la cruz y su resurrección al tercer día que un pecador perdido, que merece el infierno, puede reconciliarse con un Dios santo.

La hermosa verdad del evangelio es que los cristianos son salvos de la ira de Dios y reconciliados con Él, no por nuestro amor a Dios, sino porque Él nos amó primero y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados, como se menciona en 1 Juan 4:10.

Jesús también dijo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6). La única manera de aplacar la ira de Dios contra el hombre pecador y reconciliarnos con Él es a través de Jesucristo; no existe otra forma. Esta verdad se reafirma en 1 Juan 2:2, que señala: "Y Él es la propiciación por nuestros pecados, y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo." Una parte crucial de la obra salvadora de Cristo es la liberación de la ira de Dios. La propiciación de Jesús en la cruz es lo único que puede eliminar la condenación divina respecto al pecado. Aquellos que rechazan a Cristo como su Salvador y se niegan a creer en Él no tienen esperanza de salvación y solo pueden esperar enfrentar la ira de Dios acumulada para el día del juicio. No hay otra propiciación o sacrificio posible por sus pecados. Amigo, ven a Jesús; Él puede y quiere salvarte.

 


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