Viernes, 19 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 12 de Junio al 18 de Junio de 2020

Miren, ¡qué mujeres!

Miren, ¡qué mujeres!

Rodolfo del Ángel del Ángel



La vida y las acciones de nuestro Señor Jesucristo fueron un abierto desafío a la clase gobernante y la cultura de su tiempo, por eso su mensaje inquietaba las conciencias y provocaba reacciones violentas. Desde el plano humano, esa fue la razón por la cual Jesús terminó crucificado. Un ejemplo de lo anterior fue el trato que Jesús dio a las mujeres. En el tiempo de Jesús las mujeres estaban en la parte más baja de la escala social junto con los niños. No tenían derecho a poseer propiedades, ni a recibir herencia, prácticamente pasaban de la propiedad del padre a la del marido. Esa es la razón por la cual el novio debía pagar una dote para cerrar el acuerdo matrimonial, pues el padre de la novia consideraba una pérdida económica que la hija se casara. En todo esto la novia, que frecuentemente no rebasaba los trece años de edad, no tenía ningún poder de decisión.

Cuando el marido apreciaba algo que no le agradaba de la conducta de la esposa podía despedirla y separarse de ella. La mujer no tenía ese derecho, lo único que recibía como garantía legal era una carta de divorcio que la liberaba de sus obligaciones maritales para casarse nuevamente. Así una mujer, al no tener otro medio de supervivencia en la sociedad de aquella época era frecuentemente víctima, saliendo de una mala relación para entrara a otra ya devaluada socialmente y con la amenaza de ser despedida nuevamente. Precisamente, Jesús recordó a los fariseos que el matrimonio no se trata de encontrar alguna causa para separarse. El propósito divino original es que los esposos permanezcan unidos para cumplir los propósitos divinos del matrimonio, por tal razón, el hombre debe dejar a un lado su egoísmo (literalmente su dureza de corazón).

Teniendo en consideración este contexto, pensemos en el trato que Jesús dio a las mujeres, y vaya, ¡qué mujeres! En esta lista los evangelios nos dan en siguiente recuento: La mujer pecadora (prostituta) que enjugó los pies de Jesús con sus lágrimas derramando un costoso perfume sobre sus pies para luego secarlos con sus cabellos, la samaritana a la que Jesús le dijo: "cinco maridos has tenido y el que ahora tienes no es tu marido", la mujer adultera, María Magdalena de la cual Jesús expulsó siete demonios. Podemos mencionar también a las mujeres que Dios sanó de alguna enfermedad: la mujer enferma de flujo de sangre, la mujer encorvada, la hija de Jairo, la hija de la mujer siro-fenicia.

El Señor Jesús no solo las sanó, las levantó de su postración, les devolvió su dignidad menospreciada. El evangelio de Lucas nos dice que algunas de estas mujeres que había sido sanados le seguían y le servían con sus bienes. Estas eran mujeres discípulas, el término no suena tan extraño porque no estamos habituados a leer la biblia desde esta perspectiva. Allí no termina la historia, las mujeres permanecería al lado de Jesús en su crucifixión y sería las primeras testigas de su resurrección para luego ser enviadas a proclamar que él había sido levantado de entre los muertos. No podemos negar el papel decisivo que las mujeres tuvieron en la historia de la salvación. Aún nos faltaría hablar de otras grandes mujeres que quedaron inscritas en la genealogía de Jesús y de su propia madre María. No hay duda que el trato que Jesús dio a las mujeres es un gran desafío en nuestros tiempos para construir un verdadero feminismo y para llevar adelante el reino de Dios por medio de relaciones reconciliadas y renovadas donde mujeres y hombres sirvamos lado a lado.

 


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