Rodolfo del Ángel del Ángel
Sé que a veces desesperas y llegas a la conclusión de que no es posible vivir en victoria. Se que a veces también te preguntas si los demás cristianos también libran, como tú, una batalla constante contra sus debilidades y tentaciones.
Se que piensas que los grandes héroes de la fe como Abraham, Moisés, Elías y Pablo, estaban dotados de una superioridad espiritual que les capacitaba para vivir una vida libre de contradicciones, y yo te digo, hijo, vuelve a leer sus historias, considéralas desapasionadamente, sin espiritualizar los personajes. Míralos en su condición humana, y te dará cuentas que todos ellos, sin excepción, tuvieron que batallar toda su vida para crecer en la fe y responder a su llamado. Su heroísmo espiritual consiste, precisamente, en que combatieron contra sus propias pasiones, dudas y debilidades para ser todo aquello que yo necesitaba que fueran, hijos y siervos de mi Padre.
Te sorprenderás de descubrirlos tan humanos y proclives a la tentación y la debilidad como tu y todos los que son mis seguidores.
¿Cuál fue el secreto que les llevó finalmente a la victoria? Cada uno de estos personajes tenían un denominador común: Sabían que dependían absolutamente de la gracia de mi Padre para librar sus batallas.
La salvación es una gracia, y también lo es la vida santificada, pero la santificación no se alcanza sin dos condiciones esenciales: Una voluntad que se rinde, y una confianza absoluta en el poder de mi Espíritu.
La clave: Aprende a mirar más allá de ti mismo. Si te miras sólo a ti descubrirás miseria y debilidad y quedarás encerrado en la desesperación, inclinado a la derrota. Aprende a descubrirme no sólo en tus alegrías y triunfos, pero también en tus luchas y flaquezas ¿Sufres porque eres tentado? ¿Desesperas porque no descubres en ti el valor y la fuerza? Mírame, yo también fui tentado y enfrenté la contradicción, te comprendo, lloro contigo, y conozco de manera personal las grandes batallas que libras en el alma. Mírame, yo alcance el triunfo a través del dolor y de la cruz. Sin cruz y sin muerte a uno mismo no hay vida resucitada. Mírame, yo vencí. Nadie puede tocar tu alma que yo guardo con perfecto amor y poder. Así es que no sólo te comprendo, yo te doy fuerza para librar la batalla y te aseguro por anticipado la victoria.
Hay lucha, y esta es inevitable, pero yo soy la garantía de que triunfarás al final sobre todo, solamente recuerda siempre: El secreto está en que te vuelvas a mí que soy el autor y consumador de la fe.
Tu amigo que siempre te acompaña: Jesucristo.
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