Semana del 25 de Diciembre al 31 de Diciembre 2015

El mensaje de la navidad

El mensaje de la navidad

Rodolfo del Ángel del Ángel

La Palabra se hizo carne, Dios vino a nuestro encuentro en la Palabra que es Cristo. La luz resplandeció en las tinieblas, la salvación se manifestó al mundo para que "todo aquel que en él cree no se pierda más tanga vida eterna." Recuerdo a uno de mis más queridos profesores haber comentado que si las palabras del Evangelio de Juan 3.16 fueran las únicas palabras que pervivieran de la Escritura, ellas serían suficientes para testimoniar el inconmensurable amor de Dios y su inmerecida misericordia hacia los pecadores. Esta es la esencia del mensaje de la encarnación, este es el motivo central de la celebración de su venida al mundo que hemos llamado Navidad.

Hay motivos poderosos para exaltar a Cristo como Salvador y Rey. La celebración de la Navidad debiera ser la ocasión propicia (aunque no la única por supuesto) para reflexionar en el sentido y el propósito de su venida al mundo.

Luz que resplandece en las tinieblas, paz en medio de las guerras, los odios y las separaciones que establece el pecado y el egoísmo humano; salvación ahí donde el imperio de la maldad parece dominar y no existen posibilidades de volvernos a Dios. Todo ello significa la Navidad.

No obstante, parecemos olvidar en medio de la euforia de la celebración de su más profundo y real significado. Él es el Rey, él es el regalo más grande y verdadero, él es la bendición que debemos compartir. Él sigue viniendo a nuestra vida, obsequiándonos con su salvación, extendiéndonos su paz, prometiendo su presencia permanente y haciendo habitación entre nosotros.

Él sigue extendiendo su invitación llena de gracia y de bondad sin límite: "Vengan a mí todos...."

Él es la Buena Noticia en medio de las más terribles y desesperanzadoras malas nuevas en este mundo. Él sigue creando lazos de verdadera fraternidad en un mundo donde la globalización significa exclusión, diferencia, competencia, indiferencia, materialismo, egoísmo sin límites.

Él viene para derrotar nuestro egoísmo y hacernos verdaderos hermanos y hermanas, Él viene para vencer nuestros miedos, llenar nuestra soledad, curar nuestras tristezas, sanar nuestras heridas, conducirnos en el camino de la verdadera alegría.

Ciertamente tenemos que adorarle, creer en él, confesarle, vivirle, llevarlo al mundo. Digamos en nuestra oración y nuestro canto: "Ven a mi corazón oh Cristo, pues en él hay lugar para ti". Que ese canto se une al otro que solemos cantar en esta época: "Al Mundo Paz, nació Jesús, nació ya nuestro Rey".