Viernes, 26 de Diciembre de 2025
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Villa de Pozos, el consejo que no representa a su pueblo

Villa de Pozos, el consejo que no representa a su pueblo

José Guadalupe González / Ciudadanos Observando



El tiempo dirá hasta dónde llega este experimento político. Por ahora, queda claro que la deuda con los habitantes de Villa de Pozos sigue intacta.

La historia reciente de Villa de Pozos es una muestra clara y preocupante de cómo el poder político puede desviarse de su razón de ser: servir a la ciudadanía. Cuando las decisiones públicas dejan de responder al interés colectivo y pasan a estar al servicio de grupos, partidos y acuerdos cupulares, el resultado es exactamente el que hoy estamos viendo: un municipio sin identidad política propia, sin representación auténtica y con una gobernabilidad comprometida desde su origen.

No es casualidad que existan frases populares que advierten que lo que mal empieza, mal acaba. La municipalización apresurada de Villa de Pozos fue señalada desde el primer momento por múltiples irregularidades. Firmas de personas fallecidas, registros de ciudadanos que ni siquiera pertenecían al municipio, solicitudes duplicadas y un proceso desordenado marcaron el nacimiento de este nuevo ayuntamiento. No fue un error menor, fue un cochinero institucional que sentó las bases de un problema mucho más profundo.

Desde entonces, el Congreso del Estado asumió un papel que no le corresponde: convertirse en el verdadero dueño de Villa de Pozos. En lugar de construir un municipio con representantes surgidos de la comunidad, se optó por repartir posiciones como si se tratara de rebanadas de pastel. Los beneficiarios no fueron los habitantes, sino los grupos políticos que vieron en este nuevo municipio una oportunidad para acomodar cuadros, pagar favores y mantener equilibrios partidistas.

EL REPARTO DEL PODER Y LA AUSENCIA DE CIUDADANÍA
Villa de Pozos no fue pensada para la gente que vive ahí, sino para quienes se iban a quedar sin trabajo político. Diputados que concluían encargos, operadores partidistas y personajes sin arraigo alguno en la zona encontraron acomodo en un ayuntamiento que ni conocen ni entienden. El resultado fue un gobierno distante, improvisado y sin legitimidad social.

Se colocaron perfiles que jamás habían recorrido las calles del municipio, que desconocen sus colonias, sus problemas cotidianos y su historia comunitaria. A otros se les premió por su cercanía con el poder, no por su capacidad. El reparto fue tan evidente que incluyó cuotas para distintos partidos: unos para el Verde, otros para el PRI, otros para el PAN, y algunos más ligados a figuras específicas del poder estatal y municipal.

Y cuando algunos regidores comenzaron a cuestionar, a incomodar y a señalar malas prácticas como el nepotismo y la opacidad, la respuesta no fue corregir el rumbo, sino deshacerse de ellos. Bajo el pretexto de conflictos internos, supuestos audios filtrados y desacuerdos administrativos, se tomó la decisión de remover a todos, sin distinguir responsabilidades ni escuchar a la ciudadanía.

EL PRETEXTO PERFECTO PARA VOLVER A REPARTIRSE LOS HUESOS
El argumento de que el municipio no caminaba fue utilizado como coartada política. Pero conviene aclararlo: los regidores no construyen obras, no administran el agua potable ni son responsables directos de la seguridad pública. La ingobernabilidad no se resuelve cambiando concejales, sino corrigiendo decisiones estructurales.

Lo que en realidad ocurrió fue una nueva repartición del poder. Algunos personajes no fueron castigados, solo reacomodados. Otros, lejos de ser cuestionados, fueron premiados. El caso del nepotismo es especialmente grave, pues envía un mensaje devastador a la sociedad: no importa la conducta, no importa el mérito, lo único que cuenta es el apellido y los acuerdos previos.

Colocar a familiares directos de figuras políticas en cargos públicos, sin trayectoria ni legitimidad, no solo es éticamente reprobable, es una burla abierta a los ciudadanos. Más aún cuando existen antecedentes públicos de conductas reprochables que, lejos de sancionarse, se transforman en escalones para el ascenso político.

UN MUNICIPIO CODICIADO, NO DEFENDIDO
Villa de Pozos no es cualquier territorio. Es un municipio estratégicamente ubicado, cercano a la zona industrial, con alto potencial de desarrollo inmobiliario y económico. Es, en términos políticos y financieros, un filón de oro. Por eso es tan codiciado y, al mismo tiempo, tan vulnerable a los intereses que buscan capturarlo.

Para esos intereses, se requieren regidores dóciles, domesticados, que no cuestionen, que no levanten la voz y que marchen en silencio mientras se reparten migajas de un pastel mucho más grande. No se busca representación, se busca obediencia. No se busca desarrollo, se busca control.

Así nació Villa de Pozos: con una gobernabilidad frágil, con representantes que no representan y con decisiones tomadas lejos de su gente. Un municipio que, en lugar de ser símbolo de avance democrático, se ha convertido en ejemplo de cómo no deben hacerse las cosas.

Lo ocurrido esta semana en Villa de Pozos no es un hecho aislado, es la consecuencia lógica de un proceso mal diseñado desde el inicio. Un municipio que nació muerto en términos de gobernabilidad difícilmente puede corregirse con simples enroques políticos. Mientras no se coloque a la ciudadanía en el centro de las decisiones, mientras el poder siga sirviéndose a sí mismo, Villa de Pozos seguirá siendo noticia, pero no por su desarrollo, sino por sus conflictos.

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