Viernes, 09 de Mayo de 2025
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Síndrome del nido vacío

Síndrome del nido vacío

Claudia Olmos / tanatóloga e hipnoterapeuta



El llamado síndrome del nido vacío es una forma de pérdida emocional que suele pasar desapercibida. A menudo se manifiesta con emociones negativas intensas como la tristeza, la nostalgia y la soledad. Se presenta cuando los hijos abandonan el hogar familiar, ya sea por matrimonio, estudios, independencia económica, cambio de residencia o, en los casos más dolorosos, por el fallecimiento de un hijo.

Este síndrome refleja una sensación profunda de pérdida: los hijos, que fueron el centro de nuestras vidas durante años, se van a construir su propio camino. Aunque se trata de una etapa natural y necesaria para su desarrollo personal, no siempre resulta fácil para los padres enfrentar esta despedida. Es, sin duda, una experiencia emocionalmente desafiante.

Criar a un hijo implica formar a una persona capaz de valerse por sí misma. Pero cuando finalmente lo logran, los padres pueden sentirse desorientados. Nos resulta increíble y hasta doloroso ver cómo aquellos pequeños a los que enseñamos a hablar, a andar en bicicleta o a tender su cama, hoy conducen su propio automóvil, toman decisiones, hacen deporte o asisten a fiestas.

Los trayectos de ida y vuelta a la escuela, las conversaciones en el auto, los momentos compartidos, las canciones repetidas una y mil veces... todo parece desvanecerse de golpe. Y es entonces cuando la nostalgia se instala, especialmente al verlos ya en la secundaria, graduándose de la universidad o comenzando una vida independiente.

El síndrome del nido vacío afecta especialmente a las madres, quienes suelen asumir el rol principal en el cuidado de los hijos. Muchas se encuentran, de un día para otro, con tiempo libre que antes dedicaban por completo a apoyar a sus hijos. Esto puede generar una sensación de inutilidad, de pérdida de propósito y, en muchos casos, de pérdida de autoridad.

Además, esta etapa puede poner a prueba la relación de pareja. Cuando los hijos eran el tema central de conversación y el vínculo más fuerte, su ausencia puede evidenciar una desconexión entre los padres. A veces, descubren que tienen poco en común tras años centrados en la crianza.

Esta vivencia puede desencadenar síntomas como ansiedad, fatiga, irritabilidad o desinterés por actividades cotidianas. Se vuelve particularmente difícil en aquellos padres que hicieron de su familia el eje total de su vida, dejando de lado sus propios proyectos y su relación de pareja.

El trabajo terapéutico ante el síndrome del nido vacío consiste en abordar estos síntomas emocionales y reconstruir la narrativa interna de quien lo padece. Mediante el acompañamiento de un tanatólogo o psicólogo, se busca resignificar esta etapa para convertirla en una oportunidad de crecimiento y adaptación.

Aceptar que los hijos se han independizado no significa perderlos. Significa transformarnos y transformar la relación con ellos. Pasamos de ser padres de niños a padres de adultos, lo cual nos brinda la oportunidad de construir vínculos nuevos, más maduros y respetuosos.

Es importante dejar atrás creencias y juicios que nos limitan, para dar paso a una nueva realidad. Podemos ser madres y padres consejeros, presentes sin invadir, disponibles sin imponer. Si así lo decidimos, esta etapa puede enriquecernos y devolvernos el equilibrio que parecía perdido.

 


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