En el corazón del México mágico y violento, Sinaloa se desangra. La violencia ha dejado de ser un evento esporádico para convertirse en una rutina asfixiante que paraliza al estado y pone en jaque a sus ciudadanos. En Culiacán, epicentro de una guerra encarnizada entre grupos criminales, la sangre no descansa. Es un capítulo de terror que parece no tener fin.
CRISIS DE SEGURIDAD: PÉRDIDAS MILLONARIAS Y UN FUTURO INCIERTO
La crisis de seguridad en Sinaloa, que ya acumula 90 días de intensos enfrentamientos, ha impactado de manera devastadora a la economía local. Marta Reyes Zazueta, presidenta de la Coparmex Sinaloa, explica con crudeza la magnitud del problema: "Ahorita tenemos 76 cierres oficiales de negocios formales y la pérdida proyectada asciende a 18 mil millones de pesos, además de 25 mil empleos que ya se han perdido". Sin rodeos, añade: "La tranquilidad ya no existe. Todos los días hay alguna novedad, y nosotros seguimos esquivando balas mientras intentamos mantener nuestras empresas a flote".
Esta incertidumbre se traduce en una economía debilitada, con empresas operando en horarios reducidos pero soportando los mismos costos de operación como si estuvieran al 100%. "Es un desgaste emocional y financiero. Estamos estresados y con mucho miedo", comparte Reyes Zazueta.
VIDAS MARCADAS POR EL MIEDO
El impacto de la violencia no solo se mide en cifras económicas. En Sinaloa, el miedo se ha convertido en un compañero constante. Las calles se vacían después de las cinco de la tarde, y los grupos de WhatsApp se han convertido en herramientas esenciales para coordinar movimientos y alertar sobre zonas peligrosas. "Estamos en una psicosis diaria", dice Reyes Zazueta.
La violencia también ha dejado una huella imborrable en las nuevas generaciones. Los jóvenes crecen en un entorno donde la apología del delito es parte de la cultura popular, alimentada por redes sociales y una educación deficiente. "Algunos aspiran a ser esos personajes de las narcohistorias, los ‘buchones’ con su R-15 o su .38", lamenta Reyes Zazueta.
CONSTRUYENDO PAZ EN MEDIO DEL CAOS
A pesar de todo, los empresarios de Sinaloa no se rinden. Han implementado programas como *Construyendo Paz*, que buscan ofrecer alternativas a los jóvenes y reforzar los valores comunitarios. Aunque estos esfuerzos han mostrado algunos resultados, son insuficientes frente a la magnitud del problema. "Nosotros queremos que esto se acabe ya, pero mientras tanto seguimos trabajando, aprendiendo a esquivar balas y moviendo la economía", afirma Reyes Zazueta.
Esta resiliencia no solo refleja la fortaleza de los empresarios sinaloenses, sino también su compromiso con la comunidad. "Vivimos esquivando balas, pero seguimos abriendo cortinas, dándole empleo a la gente y moviendo la economía", añade con determinación.
LA GENERACIÓN DEL MIEDO Y LA FALTA DE EMPATÍA GUBERNAMENTAL
El impacto psicológico de esta violencia es innegable. Los sinaloenses han sido marcados por el temor, mientras el gobierno del estado parece incapaz de ofrecer una respuesta contundente. Reyes Zazueta no oculta su frustración: "No hemos tenido la empatía suficiente del gobierno para sentarnos en conjunto y buscar estrategias para salir adelante. Seguimos esperando una respuesta que parece no llegar".
En este contexto, las palabras de Reyes Zazueta son un grito de auxilio y una llamada a la acción para el resto del país: "Espero que lo que estamos viviendo nosotros no lo sufran ustedes. Trabajen en fortalecer su cultura y su economía para no llegar a este punto".
SINALOA: BELLEZA Y OSCURIDAD
Sinaloa es un estado hermoso, con una riqueza cultural y natural que contrasta brutalmente con la violencia que lo consume. En medio de esta oscuridad, sus ciudadanos, especialmente los empresarios, luchan día a día para mantener viva la esperanza y reconstruir una sociedad herida. Pero la batalla no puede ser unilateral. Se requiere un esfuerzo conjunto entre la ciudadanía, los gobiernos y las instituciones para devolverle a Sinaloa la paz que tanto merece.
La sangre que corre por las calles de Culiacán y otras ciudades sinaloenses no debería ser el precio a pagar por un futuro incierto. Mientras los empresarios esquivan balas para abrir sus negocios, queda la pregunta: ¿hasta cuándo tendrán que soportar esta carga solos? La respuesta, como tantas otras en este país, parece diluirse entre las promesas vacías y la indiferencia oficial.
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