CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Erosión de la división de poderes: Un peligro para la democracia en México
Erosión de la división de poderes: Un peligro para la democracia en México
El panorama político en México se vuelve cada vez más turbulento, con señales alarmantes que nos hacen cuestionar la salud de nuestra democracia. Desde la censura en el Senado hasta la creciente tendencia autoritaria que emana desde Palacio Nacional, es imperativo analizar y reflexionar sobre el estado de nuestras instituciones y la dirección que está tomando nuestro país.
La reciente revelación de la periodista Vero Méndez de W Radio sobre la presidenta de Morena, Ana Lilia Rivera Rivera, censurando a otros senadores es solo la punta del iceberg de un problema mucho más profundo. Este acto de censura, en un entorno que debería ser un bastión de debate abierto y democrático, es una afrenta directa a los principios fundamentales de nuestra Constitución, que establece claramente la separación de poderes como piedra angular de nuestra democracia.
Históricamente, México ha luchado por mantener esta división de poderes, incluso en los momentos más convulsos de nuestra historia. Desde los días turbulentos post-independencia hasta las luchas entre liberales y conservadores en el siglo XIX, el país ha buscado afianzar un sistema político basado en la autonomía y equilibrio de poderes. Sin embargo, las acciones recientes en el Senado y desde el poder ejecutivo nos hacen temer por la erosión de estos principios.
El paralelismo histórico trazado por el presidente López Obrador con figuras del pasado como Antonio López de Santa Anna y José López Portillo debería servir como una advertencia clara. Ambos personajes, en momentos críticos de la historia mexicana, ejercieron un liderazgo autoritario que socavó las bases de la democracia y llevó al país a crisis económicas y políticas profundas.
El presidente López Obrador, con su retórica polarizante y su política de confrontación hacia aquellos que discrepan con él, está alimentando un clima de intolerancia que pone en peligro la pluralidad y el respeto por las instituciones democráticas. La censura en el Senado es solo un síntoma de un problema más amplio que aqueja a México en la actualidad.
Es esencial que como sociedad estemos alertas ante estos peligros y exijamos el respeto irrestricto a la división de poderes y a la libertad de expresión. La democracia no es un regalo garantizado, sino un proceso constante que requiere vigilancia y compromiso por parte de todos los ciudadanos. En tiempos de crisis política, es más importante que nunca defender nuestros valores democráticos y rechazar cualquier intento de autoritarismo que amenace con socavarlos.
El miedo se ha apoderado de la escena política mexicana, y no sin razón. Mientras algunos proclaman ser la opción favorita de los ciudadanos para las próximas elecciones, sus acciones contradicen sus palabras. ¿Por qué, entonces, la necesidad de hacer campaña en el Senado y censurar a aquellos que intentan abordar temas sensibles como los crímenes atroces que azotan al país?
La realidad es cruda y evidente. Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena han consolidado un poder mediático y político que se asemeja peligrosamente a los viejos tiempos del PRI, con una retórica que oculta más de lo que revela. Mientras el presidente López Obrador argumenta que todo es cuestión de narrativa, la verdad es que estamos presenciando una polarización cada vez mayor y un desprecio por la división de poderes que debería ser la columna vertebral de nuestra democracia.
La censura en el Senado es solo un aspecto de un problema más amplio que aqueja a México en la actualidad. La falta de protección a candidatos y ciudadanos, sumada a una política de abrazos a delincuentes y madrazos a ciudadanos y empresarios, refleja un gobierno que ha priorizado las relaciones ambiguas en lugar del respeto a la ley y la justicia.
El caso de la Huasteca Potosina es emblemático. Mientras se discute la posibilidad de crear guardias comunitarias armadas para hacer frente a la creciente violencia, el gobierno federal parece estar más interesado en mantener una narrativa de control y seguridad que en abordar las raíces del problema. Los recientes eventos en Tamasopo y otras áreas estratégicas son un recordatorio sombrío de la realidad que enfrentamos: grupos armados disputan territorio, y la gente común queda atrapada en el fuego cruzado.
La propuesta de las guardias comunitarias, aunque utópica en muchos sentidos, refleja la desesperación de comunidades que se sienten abandonadas por un gobierno que no ha cumplido sus promesas de seguridad y bienestar. Es un grito de auxilio en medio del caos y la impunidad que parecen reinar en ciertas regiones del país.
Morena, consciente de su declive en lugares donde la gobernabilidad y la seguridad son precarias, parece temerle más a la voluntad del pueblo que a cualquier otra cosa. Las renuncias en Movimiento Ciudadano y otros partidos son solo una señal más de la insatisfacción generalizada con el statu quo político.
Es hora de que los ciudadanos exijamos un cambio real y tangible, uno que se base en el respeto a la ley y los derechos humanos, y no en promesas vacías y retórica vacía. El futuro de México depende de nuestra capacidad para enfrentar los desafíos con valentía y determinación, y para exigir cuentas a aquellos que han traicionado nuestra confianza y nuestra esperanza.
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