Viernes, 19 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 28 de Julio al 03 de Agosto de 2017

El camino menos transitado

El camino menos transitado



Es más sencillo seguir el sendero fácil que aquel que está sembrado de dificultades. Naturalmente, hay que ser prácticos y complicarnos la vida lo menos posible. El pragmatismo es conveniente con frecuencia para resolver muchas de las dificultades cotidianas. No obstante, no siempre en cada caso el camino llano es el mejor, pues muchas de las cosas que realmente importan solo se consiguen si estamos dispuestos a recorrer la senda difícil. Esto es cierto, por ejemplo si hablamos del ámbito de las relaciones interpersonales. Las personas somos complejas; entendernos y construir relaciones sanas, gratificantes y estables no es sencillo. Aceptar a alguien significa comprenderlo, lo cual exige interés, capacidad de saber escuchar, empatía, respeto, en fin, una serie de cualidades que solo se pueden ejercer si hemos alcanzado cierto grado de madurez y si estamos dispuestos a pagar el precio que exigen relaciones significativas tales como la amistad, el noviazgo, las relaciones de pareja y las relaciones familiares en general. El camino que se abre delante de nosotros es, en una palabra, el del amor: la más sublime y exigente de las virtudes. Al hablar de amor tenemos que apartarnos de las categorías que nuestra cultura postmoderna ha impuesto a esta cualidad. Amor no es conveniencia del tipo: “si eres bueno conmigo, yo soy bueno contigo” o, “si me das te correspondo de la misma forma”. Ciertamente que en la reciprocidad hay mucho de positivo, pues al menos estamos dispuestos a responder en la misma medida en la que somos beneficiados, no obstante, esto no es todavía amor, es conveniencia, equidad, en algunos casos justicia, pero no es amor todavía. No obstante ciertas relaciones en la vida no pueden establecerse sobre la base solamente de lo conveniente. Amor es estar dispuestos a dar siempre el primer paso, y hacerlo de manera libre, desprovisto de toda conveniencia, sin esperar nada a cambio, amor es ir en busca del ser amado no porque en primera instancia sea merecedor de tal amor, sino porque el amor tiene en sí mismo su virtud y su recompensa. El amor verdadero es incondicionado y procura superar los egoísmos, el amor verdadero se expresa en segunda persona, se dirige hacia el tú, y al darse, crea un extraordinario nosotros, pues el amor no es tal hasta que da y se expresa. Aunque hay una medida de estima propia necesaria para nuestro bienestar emocional, el amor solo se vive en la dimensión de lo relacional con todos sus riesgos y sus exigencias.

Cuando Jesús habla del amor en el Sermón de la Montaña, radicaliza sus exigencias. Nos dice que no hay mérito alguno en amar a quien nos ama, el mérito está en recorrer el camino menos transitado, el de amar a nuestro enemigo, al que nos odia y procura nuestro mal, al que nos persigue, al que nos calumnia y actúa con nosotros de manera injusta. Con estas palabras Jesús establece el desafío: “Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los aborrecen, y oren por los que los ultrajan y los persiguen” (San Mateo 5:44) El amor es estar dispuesto a ir siempre más allá de lo exigido, es recorrer el camino que nos conduce de la letra al espíritu de la ley, de la justicia exigida en el mandato a la práctica de la compasión, aún con nuestros enemigos.

 


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