Julián Diaz Hernández
DecÃa el reconocido psicólogo y conferencista jalisciense José de Jesús López Dorantes (presidente del Colegio de LÃderes, egresado de la UNAM y catedrático de esa institución, además de maestro del ITESM) que en la vida hay jefes y lÃderes; y luego ilustraba: âEl jefe vence, y el lÃder convenceâ. Esto es, el primero a través de las órdenes férreas y sin discusión, y el segundo, a partir de su ejemplo y sin mayores aspavientos.
En mi carrera laboral que ya superó las tres décadas, he tenido la fortuna âporque de ambos aprendÃ- de contar con jefes (muchos, por cierto), y también con lÃderes. Y cuando defino a éstos últimos irremediablemente viene a mi mente Rafael Castro Torres; âdon Rafaâ como le llamaba casi toda la gente, porque ese âdonâ se lo habÃa ganado a pulso gracias a su trabajo, pero sobre todo con baso en su liderazgo.
Excéntrico como pocos, âel señor Castroâ (como también solÃan decirle), no necesitaba de ostentosidades âde hecho, parecÃa que hasta les rehuÃa- para demostrar su capacidad. Esa, que desde muy temprana edad, durante las primeras décadas del siglo pasado, lo hizo movilizar una flotilla de autobuses, y convertirse en el pionero del autotransporte en Ciudad Valles y la región de la Huasteca Potosina.
Después âen 1959, para ser exactos- entró al mundo de la comunicación, al adquirir de don Tomás Oliva Bañuelos la primera radiodifusora de la ciudad: La XETR (funcionando desde el 9 de junio de 1944); los mayores relacionarán la época con las voces de los desaparecidos locutores Federico Reyes, Salvador Pérez y Braulio Rivera. Pero además dejó su huella impresa en otros rubros empresariales, que al igual que los primeros, generaron enorme cantidad de empleos.
Y pese a todo, seguÃa manejando su modesta camioneta Ford de modelo atrasado para dirigirse a su oficina de Bulevar y Abasolo, donde podÃas ir a la hora que quisieras, sin cita previa, sin el riesgo de que te regresara por no haber avisado antes que ibas, sin vehÃculos lujosos ni guaruras en la puerta, y a veces hasta sin secretaria. El âpásaleâ era la única anuencia que necesitabas, para charlar luego largos minutos, mientras te miraba acucioso desde sus inseparables lentes.
La modestia auténtica de don Rafael Castro se aderezaba con su renuencia a que los periodistas hablaran de él, y siempre se defendió con âahà luego, en otra ocasiónâ, recurrente, cada vez que pretendÃamos una entrevista sobre sus orÃgenes, vida y logros. Pese a ello, se sabe que nació el 25 de noviembre de 1927 en âEl clarÃnâ, Veracruz; hijo de Francisco Castro y Clara Torres, y casado con Elva EchavarrÃa, con quien procreó nueve hijos, aunque reconoció a tres más.
Con el respeto ganado a pulso en todos los sectores que incursionó y aún en los que no, a los 90 años el pasado 19 de febrero el señor Castro Torres dejó este mundo de los mortales para pasar al de la inmortalidad, esa a la que van los hombres de provecho, a la que ingresan solamente los poseedores de una balanza de hechos donde el platillo de lo positivo está más inclinado a favor, que el de lo negativo.
Cullen Hightower, un estadounidense combatiente de la Segunda Guerra Mundial, quien se volvió célebre como escritor, señalaba en una de sus citas más destacadas que "Las personas pocas veces se hacen famosas por lo que dicen hasta que son famosas por lo que han hecho", y otra más enunciaba: "La verdadera medida de nuestra valÃa se compone de todos los beneficios que los demás han obtenido de nuestro éxito".
Ambas aplican perfectas a nuestro recordado personaje. A don Rafael Castro Torres, de quien podrÃamos decir, como se estila en estos casos: âDescanse en pazâ; pero no hace falta, pues seguramente él estuvo en paz siempre, por todo lo que hizo, y sin duda también, por lo que dejó de hacer.
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