Semana del 23 de Febrero al 01 de Marzo de 2018

Gracias, don Rafa

Gracias, don Rafa

Julián Diaz Hernández

Decía el reconocido psicólogo y conferencista jalisciense José de Jesús López Dorantes (presidente del Colegio de Líderes, egresado de la UNAM y catedrático de esa institución, además de maestro del ITESM) que en la vida hay jefes y líderes; y luego ilustraba: “El jefe vence, y el líder convence”. Esto es, el primero a través de las órdenes férreas y sin discusión, y el segundo, a partir de su ejemplo y sin mayores aspavientos.

En mi carrera laboral que ya superó las tres décadas, he tenido la fortuna –porque de ambos aprendí- de contar con jefes (muchos, por cierto), y también con líderes. Y cuando defino a éstos últimos irremediablemente viene a mi mente Rafael Castro Torres; “don Rafa” como le llamaba casi toda la gente, porque ese “don” se lo había ganado a pulso gracias a su trabajo, pero sobre todo con baso en su liderazgo.

Excéntrico como pocos, “el señor Castro” (como también solían decirle), no necesitaba de ostentosidades –de hecho, parecía que hasta les rehuía- para demostrar su capacidad. Esa, que desde muy temprana edad, durante las primeras décadas del siglo pasado, lo hizo movilizar una flotilla de autobuses, y convertirse en el pionero del autotransporte en Ciudad Valles y la región de la Huasteca Potosina.

Después –en 1959, para ser exactos- entró al mundo de la comunicación, al adquirir de don Tomás Oliva Bañuelos la primera radiodifusora de la ciudad: La XETR (funcionando desde el 9 de junio de 1944); los mayores relacionarán la época con las voces de los desaparecidos locutores Federico Reyes, Salvador Pérez y Braulio Rivera. Pero además dejó su huella impresa en otros rubros empresariales, que al igual que los primeros, generaron enorme cantidad de empleos.

Y pese a todo, seguía manejando su modesta camioneta Ford de modelo atrasado para dirigirse a su oficina de Bulevar y Abasolo, donde podías ir a la hora que quisieras, sin cita previa, sin el riesgo de que te regresara por no haber avisado antes que ibas, sin vehículos lujosos ni guaruras en la puerta, y a veces hasta sin secretaria. El “pásale” era la única anuencia que necesitabas, para charlar luego largos minutos, mientras te miraba acucioso desde sus inseparables lentes.

La modestia auténtica de don Rafael Castro se aderezaba con su renuencia a que los periodistas hablaran de él, y siempre se defendió con “ahí luego, en otra ocasión”, recurrente, cada vez que pretendíamos una entrevista sobre sus orígenes, vida y logros. Pese a ello, se sabe que nació el 25 de noviembre de 1927 en “El clarín”, Veracruz; hijo de Francisco Castro y Clara Torres, y casado con Elva Echavarría, con quien procreó nueve hijos, aunque reconoció a tres más.

Con el respeto ganado a pulso en todos los sectores que incursionó y aún en los que no, a los 90 años el pasado 19 de febrero el señor Castro Torres dejó este mundo de los mortales para pasar al de la inmortalidad, esa a la que van los hombres de provecho, a la que ingresan solamente los poseedores de una balanza de hechos donde el platillo de lo positivo está más inclinado a favor, que el de lo negativo.

Cullen Hightower, un estadounidense combatiente de la Segunda Guerra Mundial, quien se volvió célebre como escritor, señalaba en una de sus citas más destacadas que "Las personas pocas veces se hacen famosas por lo que dicen hasta que son famosas por lo que han hecho", y otra más enunciaba: "La verdadera medida de nuestra valía se compone de todos los beneficios que los demás han obtenido de nuestro éxito".

Ambas aplican perfectas a nuestro recordado personaje. A don Rafael Castro Torres, de quien podríamos decir, como se estila en estos casos: “Descanse en paz”; pero no hace falta, pues seguramente él estuvo en paz siempre, por todo lo que hizo, y sin duda también, por lo que dejó de hacer.

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