Domingo, 05 de Mayo de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 30 de Junio al 06 de Julio de 2017

La batalla más difícil

La batalla más difícil



La vida nos presenta tres clases de desafíos: Hacernos responsables de la tarea que nos corresponde, dejar que otros asuman su propia responsabilidad, y ser capaces de aceptar los que no está en nuestras manos cambiar. Pero, con frecuencia, estamos algo confundidos o desorientados respecto a lo que es, o debiera ser, nuestra legítima tarea. La realidad es que invertimos una gran medida de esfuerzo personal y, aún nos desgastamos emocionalmente, empeñados en vivir la vida de otros. Por ejemplo, resolver la tarea o afrontar las responsabilidades de un hijo adulto que no ha terminado de aprender a hacerse cargo de sí mismo y asumir las consecuencias de su conducta; tratar de cambiar el carácter de una persona, nuestra pareja, nuestros padres, nuestro jefe, nuestro subordinado, en fin. Que cada quien asuma sus responsabilidades y las consecuencias de su conducta, ciertamente, pero tratar de cambiar a otra persona por más querida e importante que sea para nosotros, es un derecho que nadie tiene.

Si, conozco un buen número de personas que están esperando el feliz día en que todo en su vida cambiará para bien porque las personas que le rodean al fin serán diferentes y les tratarán mejor, esperan ese día en que los demás serán más considerados, maduros o responsables. Su marido al fin será sensible y respetuoso, o su hijo será comprensivo, obediente y responsable, o su suegra será aceptante y considerada, o su padre al fin terminará expresándole su afecto. La realidad es que, en muchos casos, eso no sucederá nunca, y ¿entonces, qué va a ser de usted? ¿A qué hora va a comenzar a vivir su propia vida, gozar de sus bendiciones, aprovechar sus oportunidades, y subirse al tren de su propia existencia con fe en Dios y la mejor actitud? Vivir así, creyendo que nuestro bienestar depende de los demás, o de las circunstancias, es no vivir es depender, y de la única persona de la que debemos depender es Dios, lo demás se llama inmadurez o idolatría.

No existen condiciones ideales o perfectas, la vida misma se nos ha concedido como un don y una oportunidad para realizarla y llenarla de un sentido muy propio que solo nosotros podemos descubrir. Aún nuestra relación con Dios requiere de una actitud adecuada. Más que pedir bendiciones, debiéramos aprender a valorar y agradecer las que ya se nos han concedido; antes que pedir oportunidades, necesitamos pedirle a él visión y claridad de pensamiento para saber aprovechar aquellas que ya él ha puesto delante de nosotros. Aprendamos a deshacernos de las preocupaciones inútiles, y a dedicarnos a vivir nuestra propia vida, de la cual nosotros y nadie más somos responsables. Claro, esto no resulta tan sencillo, va contra todo nuestro sentir que fácilmente se deja arrastrar por el desaliento y la frustración por considerar que las circunstancias de nuestra vida no son la ideales. El apóstol Pedro nos dice en su primera epístola: “Depositen en él toda ansiedad, porque él cuida de ustedes.” (1ª. Pedro 5:7). Notemos bien el sentido del texto, no dice que echemos sobre el todas nuestras responsabilidades. El milagro divino en nuestra vida no cancela nuestros deberes, ni nos exime de nuestras tareas ¡El que ha creído que eso es confianza en Dios, se ha equivocado! Lo que él dice es que no cargues con afanes innecesarios.

Haz un recuento ¿De todas las preocupaciones y ansiedades de la vida, cuáles son innecesarios e inútiles? Ya no cargues con ellos, deposítalos en Dios con fe, y pídale la fuerza, la sabiduría y la inspiración para dirigir todas tus energías para vivir la vida que te corresponde. Cierto, no es sencillo, por eso es la batalla más difícil, pero el día que aprendas a vencer tus afanes innecesarios y a agradecer tus bendiciones, vislumbrando las posibilidades que tienes delante de ti; ese día, no hay duda, comenzarás a vivir tu propia vida y dejarás de vivir la de otros.

 


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