Héctor de Luna Espinosa
Hace algunos días atravesamos momentos complicados. Nunca antes habíamos estado en una situación como la que experimentamos cuando, río arriba, desviaron las aguas que alimentan nuestro sistema de agua potable. Como resultado, las bombas que abastecen de agua a nuestra ciudad tuvieron que apagarse. Increíblemente, la ciudad se quedó sin agua. Muchas regiones del país están pasando por situaciones similares o incluso peores debido a una severa sequía prolongada. Luego, vivimos otro momento difícil en medio de una ola de calor intensa, durante la cual experimentamos un corte de suministro eléctrico que afectó a grandes zonas de nuestro país. Toda una región quedó sumida en la oscuridad total, y nos preguntamos cómo podríamos vivir sin luz y sin agua.
¡Hoy vamos a hablar sobre dos poderosas metáforas que Jesús usó para describirse a sí mismo: la luz del mundo y el agua de vida. Ambos elementos, la luz y el agua, son esenciales para la vida y el bienestar de una comunidad.
La luz es un símbolo recurrente en la Biblia que representa la pureza, la verdad y la guía divina. En Juan 8, versículo 12, Jesús les habló diciendo: "Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida". En este versículo, Jesús se presenta como la luz del mundo, prometiendo que aquellos que lo sigan no caminarán en la oscuridad, sino que tendrán la luz que da vida.
La luz del mundo nos ilumina, nos guía y nos da esperanza en tiempos de incertidumbre y oscuridad. Jesús nos ofrece claridad y dirección. La luz también expone lo que está oculto, revelando la verdad y ayudándonos a ver las cosas como realmente son. Piensa en cómo la luz de una linterna puede guiarte a través de un camino oscuro, evitando que te tropieces. De manera similar, Jesús nos guía a través de las dificultades y decisiones de la vida.
Además, nosotros podemos reflejar la luz de Jesús en nuestras vidas, viviendo de acuerdo a sus enseñanzas y compartiendo su amor con los demás. Al hacerlo, también nosotros podemos ser luces en el mundo, ofreciendo esperanza y dirección a quienes nos rodean.
Por otro lado, el agua es un símbolo poderoso en la Biblia, también representando la vida, la purificación y la santificación espiritual. Jesús dijo en Juan 4, versículo 14: "Pero el que beba del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en una fuente de agua que brota para vida eterna". Aquí, Jesús le dice a la mujer samaritana, que había ido a sacar agua de un pozo, que él ofrece un tipo de agua diferente, una que satisface la sed espiritual para siempre y que brota para vida eterna.
El agua es esencial para nuestra supervivencia física, al igual que el agua de vida es esencial para nuestra supervivencia espiritual. Jesús ofrece una satisfacción duradera que no podemos encontrar en ninguna otra parte. Así como el agua refresca y revitaliza nuestro cuerpo, la presencia de Jesús en nuestras vidas nos renueva espiritualmente, nos da fuerzas y nos limpia de nuestros pecados. Podemos recibir esta agua de vida al acercarnos a Jesús en oración, estudiando su palabra y viviendo en obediencia a sus enseñanzas. Esta agua de vida nos llena de paz, propósito y una conexión más profunda con Dios.
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