Héctor de Luna Espinosa
En esta ocasión, vamos a sumergirnos en la esencia misma del cristianismo: el sacrificio redentor que nos ofrece la esperanza eterna. La cruz es mucho más que un símbolo religioso, es el epicentro de la fe cristiana.
En ella encontramos la culminación del amor divino, un amor tan profundo que llevó a Dios mismo a entregar a su Hijo para redimirnos del pecado y restaurar nuestra relación rota con Él. La cruz fue el instrumento del sufrimiento de Cristo y de su muerte, y también el instrumento de nuestra salvación.
Las víctimas, como saben, eran atadas a la cruz con cuerdas o sus manos eran clavadas y eran dejadas a morir. Imaginen el calor del sol, el peso de su cuerpo y la tortura que pasaban. Antes de ir a la cruz, se añadía al sufrimiento tardaban a veces dos o tres días, a veces una semana para que la persona muriera en la cruz. Por eso es considerada la más terrible, la más fea, la más vergonzosa, la más dolorosa forma de morir que podemos imaginar.
Llegó el punto en el que abolieron su uso como instrumento de tortura. Luego, las naciones cristianas comenzaron a usar la cruz como símbolo del cristianismo. Hay organizaciones incluso como la Cruz Roja que la utilizan, y se ha vuelto un símbolo internacional de buena voluntad y ayuda a otras personas.
Jesús, el Hijo de Dios, se humilló a sí mismo tomando la forma de un siervo y se sometió a la muerte en la cruz para pagar el precio de nuestros pecados. Su sacrificio no solo expía nuestras transgresiones, sino que también revela la magnitud del amor de Dios por cada uno de nosotros.
Cuando contemplamos la cruz, vemos el peso del pecado, pero también la inmensidad del amor de Dios en ese acto supremo de sacrificio. Dios nos ofrece la oportunidad de reconciliarnos con Él, de ser restaurados y renovados por su gracia. ¿Qué podemos concluir? Que la cruz nos recuerda que, a pesar de nuestras fallas y debilidades, somos amados incondicionalmente por un Dios que estuvo dispuesto a darlo todo por nosotros.
Nos invita a responder a ese amor entregando nuestras vidas a Él, viviendo en gratitud y obedeciendo su voluntad. Juan 3:16 nos dice: "Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna." Este versículo resalta el amor inmenso de Dios hacia la humanidad al enviar a su Hijo Jesús para que muriera en nuestro lugar y así permitirnos tener una vida eterna mediante la fe en Él. Es un recordatorio poderoso del sacrificio y el amor incondicional de Dios por cada uno de nosotros.
Que este mensaje nos inspire a contemplar profundamente el significado de la cruz y a vivir cada día en la luz del amor redentor de Dios manifestado a través del sacrificio de Jesús.
emsavalles© 2006 - 2024 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la publicación, retransmisión, edición y cualquier otro uso de los contenidos sin previa autorización.
Emsavalles Publicidad, Escontría, 216-A, Zona Centro, Ciudad Valles, S.L.P. Tel:481-382-33-27 y 481-381-72-86. emsavalles@hotmail.com. contabilidad@emsavalles.com
No. de Certificado de Reserva Otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2021-071615041800-203