Rodolfo del Ãngel del Ãngel
Gracias, Padre celestial porque tu puerta está siempre abierta, asà como tu corazón para escucharme, soy tu hijo, y necesito hablarte.
Mi corazón se encuentra inquieto y me pregunto ¿de dónde viene esa intranquilidad? Tu sabes que tengo la tendencia a preocuparme por todo, ¿por qué, después de tanto tiempo, no he aprendido a descansar en ti? Tú me has dicho siempre que deje toda mi carga de ansiedad sobre ti, y sé que eres fiel y tienes cuidado de mÃ, pero cuando parece que al fin alcanzo la paz de mente, mis pensamientos me traicionan, y ahà vienen como en desfile, uno tras otros, ideas de ansiedad, preocupación, temor, incertidumbre.
Gracias por tu infinita paciencia, Padre celestial, porque una y otra vez he venido a ti con las mismas ideas y estados de ánimo, y no te cansas de recordarme quién eres tú, y de qué manera tú me guardas en medio de las luchas inquietantes.
Hoy vuelves a decirme: âno te angusties, confÃa, todas las cosas están en mis manos y yo cuido de todas mis criaturas, especialmente, cuido de mis hijos.â
Es verdad, Padre, que nunca prometiste que no habrÃa valles oscuros, pero sà que en cada uno de ellos caminarÃas a mi lado. Es verdad que nunca dijiste que construirÃas un cerco a mà alrededor para que nada malo me ocurriera, pero sà que tu presencia me guardarÃa y en mi debilidad tú poder se perfeccionarÃa.
Nunca dijiste que el camino hacia tu casa estarÃa libre de dificultades y pasajes cuesta arriba, pero si dijiste que me tomarÃas muy fuerte de tu mano y encaminarÃas mis pasos para no perder el sendero.
Ayúdame, Padre, a comprender, que tú me has dado todas las cosas como bendición, pero si algo pierdo en la vida quiero que me recuerdes que nada me pertenece. Es verdad, puedo perderlo todo en la vida, pero lo que jamás puedo perder es la certeza que me da tu presencia, porque tú has dicho que nada en este mundo y en el universo, ningún poder espiritual, ni sufrimiento, ni siquiera la muerte, puede separarme de tu amor.
Hoy te ruego que llenes mi mente de pensamientos de paz, que confiadamente pueda dejar en tus manos aquello que no puedo resolver, aceptar las cosas que no puedo tener y que, agradecido, por todo cuanto tú me das, y por tu misericordia que se renueva cada mañana, pueda descansar seguro en el hecho de que hoy como ayer, y como siempre estarás conmigo. Dile una vez más a mi alma inquieta: Mi presencia irá contigo y te daré reposo.
Gracias, Padre, por tu infinito amor que me das en tu Hijo, mi Salvador y Señor. Amén.
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