Rodolfo del Ãngel del Ãngel
Esta es una historia muy común, pudiera ser la tuya, papá, mamá, hijo.
Un dÃa mis padres me llevaron a la iglesia para que recibiera el bautismo, fue motivo de una gran celebración familiar, y nunca supe por qué. Crecà como un niño normal, parte de una familia normal, que se decÃa creyente en Dios, aunque nunca orábamos juntos o acudÃamos a la iglesia a la que mis padres decÃan que pertenecÃamos, y nunca supe por qué.
Algunas ocasiones cuando mi conducta no era la esperada y mis padres tenÃan que corregirme me decÃan que hay un Dios que mira como comportamos y que podÃa castigarnos si no hacÃamos lo debido. Yo me hacÃa preguntas: ¿quién es ese Dios?, ¿por qué solo interviene cuando nos comportamos mal?, ¿dónde vive?, ¿se puede hablar con él?, ¿debo temerle? Mis preguntas nunca recibieron una respuesta, y nunca supe por qué.
En la medida que crecà las dificultades en casa comenzaron a surgir, mis padres discutÃan acaloradamente, parecÃan enemigos más que esposos, llegaron a decirse cosas terribles y ofensivas mientras yo escuchaba y me llenaba de miedo y desesperanza, el mundo parecÃa ser un lugar muy inseguro y me sentÃa solo y asustado, ¿Hay un Dios que mira todas esas cosas?, nunca supe por qué.
Un dÃa mi padre junto algunas cosas, se fue de casa, el coraje de mi madre se convirtió en tristeza y ausencia, la sentÃa tan alejada de mÃ, mi padre jamás regresó para vivir con nosotros. Me veÃa de vez en cuando, o a veces preguntaba por mà en el teléfono, pero parecÃa tan ajeno a nosotros, y nunca supe por qué.
Me convertà en un muchacho, de alguna manera la vida continuó, mi cuerpo comenzó a cambiar, mis pensamientos, mis emociones, sentÃa coraje y soledad, tenÃa muchas preguntas y la necesidad de la presencia de alguien fuerte a mi lado que pudiera guiar, ¿Dónde estás Dios si es que existes y me escuchas? No parecÃa haber respuesta, y nunca supe por qué.
Comencé a cambiar, mi enojo se volvió indiferencia y rebeldÃa, supongo que los amigos que busqué o llegaron a mi vida no eran la mejor compañÃa, algunos de ellos se notaban tan enojados como yo, comencé a experimentar con la bebida, luego con las drogas, la curiosidad, la soledad, el ánimo de aventura, la necesidad de pertenecer, de sentirme identificado, ¡qué sé yo! y asà mi vida comenzó a deslizarse por una pendiente cada vez más pronunciada, y nunca supe por qué.
Abandoné la escuela, comencé a vivir dÃa por dÃa, sin pensar en el mañana, aprendà a explotar la culpabilidad de mis padres para obtener de ellos lo que querÃa, ignoré sus problemas, sus enfermedades, sus preocupaciones, perdà toda traza de respeto y decencia, la vida se me volvió una pesadilla, y no supe por qué.
La muerte me llegó muy pronto, sin aviso, de manera trágica, de todas maneras ya estaba muerto en vida, lleno de odios y amarguras, de recuerdos dolorosos, de anhelos frustrados, de esperanzas rotas. ¿Hay un Dios?, ¿dónde está? Ahora estoy en el infierno, y nuca supe ni por qué.
¿Por qué queremos cosechar lo que no sembramos?
La respuesta es clara y contundente: educa con amor y con carácter, enseña a tus hijos quien es ese Dios que le da sentido a la vida, pero hazlo no solo con palabras sino con actos, se ejemplo.
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