Jueves, 25 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 17 de Agosto al 24 de Agosto de 2018

Nunca supe por qué

Nunca supe por qué

Rodolfo del Ángel del Ángel



Esta es una historia muy común, pudiera ser la tuya, papá, mamá, hijo.

Un día mis padres me llevaron a la iglesia para que recibiera el bautismo, fue motivo de una gran celebración familiar, y nunca supe por qué. Crecí como un niño normal, parte de una familia normal, que se decía creyente en Dios, aunque nunca orábamos juntos o acudíamos a la iglesia a la que mis padres decían que pertenecíamos, y nunca supe por qué.

Algunas ocasiones cuando mi conducta no era la esperada y mis padres tenían que corregirme me decían que hay un Dios que mira como comportamos y que podía castigarnos si no hacíamos lo debido. Yo me hacía preguntas: ¿quién es ese Dios?, ¿por qué solo interviene cuando nos comportamos mal?, ¿dónde vive?, ¿se puede hablar con él?, ¿debo temerle? Mis preguntas nunca recibieron una respuesta, y nunca supe por qué.

En la medida que crecí las dificultades en casa comenzaron a surgir, mis padres discutían acaloradamente, parecían enemigos más que esposos, llegaron a decirse cosas terribles y ofensivas mientras yo escuchaba y me llenaba de miedo y desesperanza, el mundo parecía ser un lugar muy inseguro y me sentía solo y asustado, ¿Hay un Dios que mira todas esas cosas?, nunca supe por qué.

Un día mi padre junto algunas cosas, se fue de casa, el coraje de mi madre se convirtió en tristeza y ausencia, la sentía tan alejada de mí, mi padre jamás regresó para vivir con nosotros. Me veía de vez en cuando, o a veces preguntaba por mí en el teléfono, pero parecía tan ajeno a nosotros, y nunca supe por qué.

Me convertí en un muchacho, de alguna manera la vida continuó, mi cuerpo comenzó a cambiar, mis pensamientos, mis emociones, sentía coraje y soledad, tenía muchas preguntas y la necesidad de la presencia de alguien fuerte a mi lado que pudiera guiar, ¿Dónde estás Dios si es que existes y me escuchas? No parecía haber respuesta, y nunca supe por qué.

Comencé a cambiar, mi enojo se volvió indiferencia y rebeldía, supongo que los amigos que busqué o llegaron a mi vida no eran la mejor compañía, algunos de ellos se notaban tan enojados como yo, comencé a experimentar con la bebida, luego con las drogas, la curiosidad, la soledad, el ánimo de aventura, la necesidad de pertenecer, de sentirme identificado, ¡qué sé yo! y así mi vida comenzó a deslizarse por una pendiente cada vez más pronunciada, y nunca supe por qué.

Abandoné la escuela, comencé a vivir día por día, sin pensar en el mañana, aprendí a explotar la culpabilidad de mis padres para obtener de ellos lo que quería, ignoré sus problemas, sus enfermedades, sus preocupaciones, perdí toda traza de respeto y decencia, la vida se me volvió una pesadilla, y no supe por qué.

La muerte me llegó muy pronto, sin aviso, de manera trágica, de todas maneras ya estaba muerto en vida, lleno de odios y amarguras, de recuerdos dolorosos, de anhelos frustrados, de esperanzas rotas. ¿Hay un Dios?, ¿dónde está? Ahora estoy en el infierno, y nuca supe ni por qué.

¿Por qué queremos cosechar lo que no sembramos?

La respuesta es clara y contundente: educa con amor y con carácter, enseña a tus hijos quien es ese Dios que le da sentido a la vida, pero hazlo no solo con palabras sino con actos, se ejemplo.

 


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