Rodolfo del Ãngel del Ãngel
Esta expresión es una manera de referir la condición humana tan proclive a equivocarse. Esto significa, también, aceptar nuestra real condición en este mundo: somos criaturas de Dios y dependemos de él como nuestro Creador y Sustentador. Recuerdo haber leÃdo que la primera condición para ser felices, con esa clase de felicidad que es posible en este mundo, es reconocer humildemente que no somos Dios. Aunque esta reflexión resulta muy obvia, es una gran reflexión, sobre la cual, me temo, no hemos pensado lo suficiente, ni hemos considerado seriamente sus implicaciones. No somos Dios, no somos omnipotentes, ni invulnerables; no lo sabemos todo, no podemos estar en todos los sitios al mismo tiempo, no tenemos soluciones para todos los problemas, no podemos cambiar la mentalidad de las personas si ellas no lo desean, ni tampoco tenemos ese derecho. Nuestros recursos y nuestras capacidades tienen un lÃmite, el lÃmite que le impone nuestra propia creaturalidad, nuestra condición humana. Pero, por alguna razón inexplicable, vivimos agobiados por todas aquellas cosas que no están en nuestras manos resolver y las cuales, frecuentemente, no es nuestra responsabilidad hacerlo. Vivimos en el afán de las cosas imposibles, de las probables, y de las que no nos corresponde. Invertimos una gran cantidad de energÃa emocional dando vueltas a los mismos asuntos en nuestra cabeza, pensando en lo que debió haber sido, en lo que deberÃa ser, en el pasado o presente que no terminamos de aceptar. Todo ello es como luchar contra las sombras. El resultado es que nos sentimos extenuados, en un estado de frustración que nos neutraliza, de tal suerte que, dejamos de invertir nuestras fuerzas, energÃa y capacidades que Dios nos ha dado para hacer frente de manera productiva y realista a lo que sà es nuestra responsabilidad y tarea.
Ciertamente que con la ayuda de Dios podemos incrementar nuestra capacidad para hacer frente a la vida y obtener satisfacción y sentido de logro. Esto significa, primero que cualquier otra cosa, pedirle a Dios nos conceda sabidurÃa. Dios nos dice en su Palabra, y podemos confiar en ello, que si alguno tiene falta de sabidurÃa (y vaya que todos la necesitamos), que se la pida a él, que es la fuente infinita, y la recibirá abundantemente, la condición es que la pidamos con fe.
Vivir sabiamente, allà está una gran tarea y un gran desafÃo para todos nosotros, un desafÃo para nuestra fe. Vivir sabiamente significa vivir bajo los criterios y la dirección de nuestro Dios, es confiar en el hecho de que si estamos atentos para escuchar lo que él tienen que decirnos, sin duda, podremos discernir entre aquello que legÃtimamente nos corresponde, y lo que no es nuestra responsabilidad, entre lo que él espera que hagamos, porque es nuestra tarea, y aquello que debemos dejar en sus manos o en manos de otros porque no nos corresponde.
Ciertamente que nuestras vidas serÃan más plenas y felices y nuestras decisiones más acertadas si aprendiéramos el hecho de que solo Dios es Dios y nadie más lo es; por supuesto, nosotros no lo somos, y ser criaturas que están conscientes de ello y confÃan en Ãl, es la esencia del bienestar y la salud.
Bien debiéramos aprender a orar con profunda convicción en el espÃritu de la oración de la serenidad: âSeñor: Concédeme serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar; valor para cambiar las que sà puedo, y sabidurÃa para distinguir la diferencia.â
emsavalles© 2006 - 2024 Todos los derechos reservados. Queda prohibida la publicación, retransmisión, edición y cualquier otro uso de los contenidos sin previa autorización.
Emsavalles Publicidad, Escontría, 216-A, Zona Centro, Ciudad Valles, S.L.P. Tel:481-382-33-27 y 481-381-72-86. emsavalles@hotmail.com. contabilidad@emsavalles.com
No. de Certificado de Reserva Otorgado por el Instituto Nacional del Derecho de Autor: 04-2021-071615041800-203