Jueves, 18 de Abril de 2024
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DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 04 de Agosto al 10 de Agosto de 2017

El don de compartir

El don de compartir

Rodolfo del Ángel del Ángel



Compartir es un don y una bendición. Sé que hay una enorme cantidad de personas que no piensan de esta manera, aún más, es un hecho que una realidad que caracteriza a la mentalidad de este mundo mercantilista es la ideología de retener, acumular, hacerse de todo lo posible, generar mayor capacidad adquisitiva para resolver tus necesidades: las reales y las inventadas.

Pero para los cristianos el valor de aquello que ha sido puesto en nuestras manos es relativo. Las cosas valen porque resuelven una necesidad real, pero las cosas valen porque compartir les asigna un sentido de trascendencia que va mucho más allá de lo que cuestan en el mercado. San Pablo nos recuerda las palabras de Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir.” (Hechos 20:35).

Estas palabras parecen incomprensibles para nuestro sentido común. Nos alegramos cuando recibimos una bendición inesperada, un dinero con el que no contábamos, una dádiva que llega a nuestras manos de manera generosa y sin costo, sobre todo, porque en este mundo todo parece tener precio y estar movido por el interés personal, pero en la economía del reino de Dios, las cosas operan justamente al revés: La verdadera alegría se experimenta cuando aprendemos a compartir de manera generosa e incondicional.

¿Qué razones podemos dar para esta disposición generosa que Dios espera de cada uno de aquellos que nos reconocemos como sus hijos? Al menos pudo señalar cuatro razones:

La primera razón para dar es el hecho de que no somos dueños de nada. Todo cuanto tenemos se nos ha concedido como una dádiva generosa de Dios que en su bondad y providencia nos da todo cuanto necesitamos: la vida, el trabajo, la familia, el tiempo, la inteligencia. Cada día él nos concede el sol, la labor, el descanso, la salud, en fin, todo lo esencial. La Biblia dice que “la tierra es del Señor. Todo lo que hay en ella le pertenece.” (Salmo 24:1) Esto significa que no somos dueños de nada, que Dios es el proveedor de todo cuanto tenemos. Nosotros solo somos administradores agradecidos de lo que se nos ha concedido. Cuando el Rey David ofrendó generosamente para la construcción del templo expresó en su oración estas palabras: “En realidad todo viene de ti y simplemente te estamos dando de lo que hemos recibido de ti.” (1º. Crónicas 29:14b)

Una segunda razón para dar, es el hecho de que Dios, aunque no está obligado a hacerlo de ninguna manera, siempre está dando. Busqué usted en una concordancia bíblica la palabra “dar” en la Escritura, y quedará usted sorprendido y abrumado de la cantidad de veces que esa palabra está á referida a Dios, el siempre está dando a todas sus criaturas, a todo el género humano sin distinción. Sobre todo, nos entregó la más grande dádiva que pudiera recibirnos, se dio a sí mismo en la persona de su Hijo, se humilló por nosotros que somos pecadores hasta la muerte y muerte de cruz.

Una tercera razón para dar es el hecho de que Dios ha dado abundantemente para que cada persona en este mundo pueda tener acceso a una vida digna y humana. La carencia, el hambre, la miseria, nada tienen que ver con un Dios generoso que ha nos ha concedido las abundantes riquezas de su creación para que sea compartida en solidaridad con toda la familia humana. La realidad es que la pobreza y la carencia que vemos por todas partes no es el resultado de la escasez, sino del egoísmo. Hay pan suficiente en la mesa para que todos tengan lo necesario. Las desigualdades son consecuencia del pecado, del hecho de que hay quienes no se contentan con lo necesario, quieren más, sin importar si la persona que está al lado carece de los indispensable para vivir. Así es que dar, frecuentemente, no es un asunto de generosidad, sino de justicia.

Una razón final para compartir es el amor. El amor es el mandamiento supremo, es la motivación esencial de todos nuestros actos. Amar y compartir van siempre juntos de manera inseparable. Dios nos amó de tal manera que dio a su Hijo, y cada día nos manifiesta su amor. Cuando amamos, servir y compartir se convierten en una alegría plena e íntima porque le da sentido a nuestra existencia, que alegra el corazón de Dios y sana la necesidad de nuestros hermanos, ¡Qué más razones podemos dar para estar siempre dispuestos a dar con gozo y generosidad!

 


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