Semana del 14 de Abril al 20 de Abril de 2017

Oración de Sanidad

Oración de Sanidad

Rodolfo del Ángel del Ángel

Para sanar recuerdos dolorosos y heridas emocionales

Dios mío, no sé cómo acercarme a ti, creo que nadie realmente me escucha, pero es tan grande mi necesidad que te hablo, y aunque el dolor y la falta de fe me desalientan, hay algo dentro de mí que me dice que estás allí, que me miras y estás atento a lo que quiero decirte. Aunque es difícil, ¿sabes?, creer que alguien se tome el tiempo y se detenga un rato para prestarme atención, para escucharme de veras. Tengo tanta necesidad de hablar, de que alguien mire en lo profundo de mí ser y vea que en un rincón oscuro de la habitación del alma hay una pequeña que suplica por amor, es una niña que ha vivido asustada por mucho tiempo, que desconfía de la gente y que se oculta para no ser lastimada.

Me han herido, Señor, muchas veces, nadie esperaba mi llegada cuando mi madre se enteró de que vendría al mundo. Desde el primer momento una atmosfera de frialdad y de falta de afecto me rodeo como presagiando una infancia difícil. Tu sabes, Señor, que quien debió darme amor me dejó olvidada muchas veces, que quien debió protegerme me hirió y se convirtió en mi agresor, al que tanto temía pero no podía evitar. Cada ocasión que se aproximaba a mí, ya sabía lo que vendría: golpes e insultos cuando mejor me iba, pero tú sabes, Señor, tu viste, como me arrancaron cruelmente la inocencia, cuántas veces mi gritos se ahogaron en la garganta por el miedo y la intimidación, por la confusión de no saber qué ocurría. Las heridas quedaron abiertas, los años no ha podido curar el dolor, la vergüenza y el coraje. Ya lo vez, Señor, no se amar, no sé qué es el amor, no sé lo que es una caricia limpia, o un beso tierno.

Si tú lo sabes todo, si tú amas y proteges a los niños inocentes, si tú nos hiciste para el amor y la felicidad, ¿Dónde estabas cuando a girones me arrancaron del alma y la inocencia?

Lloro delante de ti, y en la hondura de mi ser siento la caricia de tu mano, la dulzura de tu mirada, y tus brazos que me rodean protectores. Con voz pausada y suave respondes a mis preguntas. Allí estaba mi niña, en esos momentos de oscuridad y de miedo, de lagrimas y gritos contenidos, allí estaba, sufriendo contigo, llorando contigo. Por ti cargué una cruz, por ti me entregué a una muerte vergonzosa y lloré sangre. Yo llevé tu dolor, tu tristeza y soledad en esa cruz para decirte que la vergüenza y el sufrimiento no son la última palabra.

Dame tu dolor, yo lo aliviaré; dame tu tristeza y deja que la convierta en gozo, dame tu soledad y yo la transformaré en comunión. Deja que mi perfecto amor llene el vacío de tu alma. Desde hace tanto tiempo que llamo a tu puerta no solo para decirte que siempre estuve allí, sino para mostrarte que aún hay tanto que esperar y tanto por que vivir. Tú no eres un accidente en este mundo, eres única, nadie puede ocupar tu lugar, te traje al mundo para que realizaras una misión: enseñar a otros el camino del amor y de la sanidad, mostrar a los que sufren lo que tu sufriste que siempre hay algo bueno que esperar más allá de dolor, la vergüenza y las heridas; porque yo, que soy todo amor, te hablo también desde mi dolor y desde mis propias heridas para que hoy tengas esperanza y te abras en a la vida como una flor que extiende sus pétalos en un nuevo amanecer. Recuerda hija, recuerda niña mía, estoy contigo siempre y nada te puede apartar de mí. Hoy, te doy sanidad; hoy te digo, que la vida comienza otra vez por el milagro de mi gracia, que es más fuerte y más real que cualquier sufrimiento.