Rodolfo del Ãngel del Ãngel
Nuestra vida en ocasiones es semejante a la barquilla en la que los discÃpulos navegaban en aquella noche tormentosa en el mar de Galilea ¡Ya parecÃa que se hundÃan! Y lo peor de todo es que el Maestro no estaba con ellos.
Jamás he estado en semejante situación, en una frágil embracación en medio de una tormenta en el mar, pero imagino que debe ser una de las experiencias más aterradoras. Recuerdo la historia que me narró el capitán de un barco hace unos años: - âLa tormenta nos sorprendió, la oscuridad nos rodeaba, las olas golpeaban con furia el barco que se inclinaba peligrosamente. SabÃa que estabamos cerca de puerto pero la estática impedÃa que el radar nos diera la ubicación exacta para poder trazar una ruta segura, si nos aproximabamos más a la orilla corrÃamos el riesgo de encallar en las rocas, ¡Estabamos a merced de la tormenta! El miedo y la deseperación nos invadÃa a pesar de ser marineros expertos. Repentinamente, en medio de la densa oscuridad, los nubarrones y la lluvÃa incesante, alcancé a distinguir una débil luz, ordené al timonel que que avanzara en esa dirección, después de haber estado a punto de hundirnos llegamos seguros a la orilla ¡Esa luz era el faro del puerto!â
Nuestra vida llega a veces a experiencias lÃmite en las que perdemos toda esperanza aún de conservar la vida. Todo nuestro bienestar y seguridad se puede ver amenazado de manera repentina e inesperada, en medio de estas situaciones tratamos de luchar con todas nuestras fuerza y recursos, pero estamos exahustos y debilitados. Justamente la fe es ese recurso que nos hace continuar a pesar de todo. La fe nos permite descubrir en medio de los nubarrones y las tempestades de nuestra existencia la presencia del Maestro, de Jesús, que nos dice en medio de nuestra angustia y desesperación: âYo soy, no temas.â
El entonces se revela a nosotros como esa luz que nos puede guiar a través de las tormentas de la vida, que puede traer calma a nuestro angustiado corazón. Nuestra vida está en sus manos. El es nuestra seguridad y nuestra paz. El nos llena de confianza en las luchas angustiantes de la vida, y nos asegura que las adversidades no destruirán nuestra alma, ni abatirán la bendita confianza que tenemos en él.
Asà cuando hayamos llegado al lÃmite de nuestras fuerzas, cuando todos nuestros recursos se hayan agotado, cuando ya no haya más que esperar, esperemos en él, él es la luz que brilla en medio de nuestra deseperación y angustia, es nuestro Redentor que ha prometido siempre estar con nosotros y que nos dice, como dijo a sus discÃpulos: âEn el mundo tendréis aflicción, pero confiad, yo he vencido al mundo.â (Juan 16:33).
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