Todo parece indicar que el periodo de campañas, perdón de precampañas, está llegando a su fin en lo concerniente a las estrategias de arranque, pues aún quedan cinco meses que serán intensos, sin embargo, la fase inicial prácticamente ha concluido y los presidenciables hacen corte de caja, comenzando los necesarios ajustes sin perder tiempo.

En ese entendido vemos como Ricardo Anaya da un giro en sus ataques, considera que ha dejado a Meade atrás y ahora se voltea para enfrentar al puntero López Obrador, con un claro mensaje de que la contienda es únicamente entre dos: Anaya y Andrés Manuel, centrando la atención en la confrontación directa.

Por su parte José Antonio Meade, quien comenzó con un discurso descalificando a la oposición, no alcanzó a prender y sus expectativas vinieron a la baja, inclusive el efecto causado derivó en una percepción de estancamiento, obligándolo a cambiar el mensaje por uno moderado de unidad nacional.

Mientras eso ocurre, López Obrador aprovechó el momento para exhibir liderazgos que lo apoyan, decir quienes ocuparían cargos dentro de su gabinete y proponer acciones -algunas polémicas y controvertidas-, que llevaría a cabo en caso de ser presidente. Está consciente de ser el adversario a vencer, por lo tanto, las baterías se enfocan hacia él, por lo que opta por evitar la confrontación con sus rivales, minimizándolos y colocándose en papel de víctima.

El hecho es que aún las campañas son jóvenes, existen todavía muchos factores que van a incidir en el electorado, por lo que nadie en estos momentos puede cantar victoria. Sin duda, las estructuras y las diferentes candidaturas a otros puestos de elección serán clave para cobijar las aspiraciones de cada uno de los contendientes.

El tiempo apremia y por lo mismo no pueden descuidar ningún ángulo, las debilidades de cada uno serán aprovechadas por sus contrincantes para exhibirlos; así podemos observar que López Obrador desde hace tiempo tiene un techo de preferencias que oscila sin variaciones sustanciales y, aunque presume liderazgos que se suman a su campaña, omite hablar sobre ausencias importantes, dígase Monreal o Ebrard por mencionar algunos; de Anaya, sigue cargando el prurito de imposición y; Meade, el pesado lastre del oficialismo.