Hemos escuchado una y otra vez lo importante y urgente que es comprometernos en el movimiento misionero mundial. Dios quiere bendecir a las naciones con su Palabra de salvación y al respecto, nos ha dicho que esta no es una tarea opcional, ni una actividad más en el programa de la iglesia local, hay un mandato al respecto y, por lo tanto, no hay opción para la iglesia: Hemos de ir a todas las naciones, con todo el evangelio. Ciertamente que es una tarea que nos parece imposible por sus alcances globales e históricos, pero, en realidad lo más difícil ya está hecho. Aquello que nadie hubiera podido realizar jamás ya lo llevó a cabo nuestro Dios, al enviar a su Hijo al mundo. Ahora Cristo mismo resucitado y triunfante nos ha enviado a predicar en su Nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados. Pero si esto nos impresiona aún nuestro asombro no ha llegado al límite de lo inimaginable. Al enviarnos nos da la gracia y el poder irresistible de su Espíritu para ser sus testigos hasta lo último de la tierra. No hay manera de fracasar en esta encomienda.

Siempre es posible participar, nadie es tan pobre que no tanga la posibilidad de contribuir para la obra misionera y, ciertamente, el esfuerzo y el compromiso de todos se hace necesario. Ciertamente no todos estamos llamados a ir. En el Cuerpo de Cristo hay diversos ministerios, pero todos estamos llamados a participar. Unos irán y otros harán posible que los que van tengan todo el soporte para hacer la tarea.

Pero mientras apoyamos decididamente a los que van tengamos muy presente que dar testimonio de Cristo en nuestro entorno más inmediato es nuestra tarea. ¡Nosotros somos los misioneros en nuestra Jerusalén y nuestra Judea! ¿Compartes a Cristo? ¿Se ha vuelto hablar de su buena nueva una actitud de vida, una forma espontánea de ser? Cuando una persona está enamorada no puede evitar que se le note, así mismo, cuando nos hemos enamorado de Cristo, su amor y su palabra se desborda en nosotros y resulta notorio para todos los que están alrededor.

¿Qué ideas se le ocurren para compartir a Cristo? He aquí como lo hacen otros: Al viajar puede compartir con su compañero de asiento la buena nueva, con los vendedores que llegan a su puerta. Si usted tiene un negocio o tiendita puede tener un folletero para compartir la Palabra escrita. Un hermano que se dedica a vender ropa usada solía poner porciones bíblicas en las bolsas de los pantalones y camisas, también las dejaba en las bancas de las plazas. Nunca falta alguien que le llame la atención y lea el mensaje. Otra buena idea es reunir a sus vecinos y amigos un rato entre semana para orar por las necesidades de las personas y sus familias, acompañando la oración con la lectura de la Palabra. Mientras espera la consulta con el dentista o el médico es una buena oportunidad también, pues las personas llegan allí con temores y mucha necesidad, ¿Cómo lo hace usted? ¿Qué otras ideas se le ocurren?

Recuerdo el testimonio de una hermana que me contó que había encontrado al Señor en la basura, ¿Cómo sucedió tal cosa? -Le pregunté. Bueno -Me dijo- Encontré una biblia tirada en un bote de basura, comencé a leerla y llegué a Cristo. Nunca olvidemos que la Palabra de Dios tiene poder. No le sugiero que arroje Biblias a la basura, pero sí que aproveche todas las oportunidades que se le presenten para compartir al Señor. Recuerde que para cosechar hay que sembrar, y entre más se siembre, mayor será la cosecha. Siempre es oportuno compartir a Cristo.

Pbro. Rodolfo del Ángel del Ángel