Semana del 09 de Marzo al 15 de Marzo de 2018

La Bendición de las Manos

La Bendición de las Manos

Rodolfo del Ángel del Ángel

Señor, aquí están mis manos, quiero dedicarlas por completo a ti para hacer la tarea que tu me has señalado en este mundo.

Te ruego que las mantenga fuertes, abiertas y dispuestas para acariciar, confortar, dar cuidados y calor humano a quienes necesiten de ellas. Que puedan sostener firmemente al debilitado y posarse suavemente sobre la cabeza del enfermo y del desvalido.

Te doy gracias porque estas manos son un don maravilloso que me has concedido, para poder crear, construir y expresar amor.

Guárdalas de permanecer ociosas y negligentes para cumplir su encomienda, guárdalas de hacer daño, de ejercer violencia, de golpear o destruir. Que nunca se abran para recibir la ganancia deshonesta, o para señalar condenando a otros injustamente.

Fortalécelas para permanecer siempre alertas y dispuestas, siempre activas en realizar todo aquello que signifique bien para mis seres amados y mis semejantes.

Que jamás se envilezcan haciendo labor improductiva, que sean más que un adorno gracioso, que no permanezcan pasivas cuando el quehacer exige y la necesidad llama a la puerta. Que su belleza no sea el de las manos lozanas o adornadas porque han perdido su diligencia y su verdadero propósito que es trabajar y hacer el bien.

Concédeles descanso para retomar sus fuerzas, concédeles el don de unirse a otras manos para para aligerar las cargas y trabajar solidarias por un mundo mejor.

Que sean como las tuyas que siempre hicieron el bien, que te acompañaron por el mundo repartiendo cuidados. Dales el don de tus manos maravillosas que tocaron al leproso, abrazaron a los pecadores, repartieron el pan, acariciaron a los niños y lavaron humildemente los pies de tus discípulos.

Y cuando estén desfallecidas y débiles, Señor, que sean tus manos, aquellas que fueron traspasadas por amor a mí en el madero de la cruz las que renueven sus fuerzas y las ayuden a seguir cumpliendo su labor en este mundo, hasta que tu me llames y, entonces, acudiendo a tú presencia al mirarlas tu las identifiques y las reconozcan como tus propias manos porque, sirviendo, quedaron grabadas con el estigma inconfundible de tu amor.