Lunes, 29 de Abril de 2024
CIUDAD VALLES, S.L.P.
DIRECTOR GENERAL.
SAMUEL ROA BOTELLO
Semana del 18 de Agosto al 24 de Agosto de 2016

¿De dónde surge nuestra impaciencia?

¿De dónde surge nuestra impaciencia?

Rodolfo del Ángel del Ángel



Dios nos insta en su Palabra de manera constante a ser pacientes. La paciencia es una virtud cristiana, por lo tanto es un don sobrenatural que Dios nos concede mediante la gracia de su Espíritu. Si fuera natural tener paciencia no tendríamos que procurarla y pedírsela a Dios.

¿De dónde surge nuestra impaciencia? Sin duda de un corazón que no reposa en Dios.

Somos impacientes porque tratamos de ajustar las circunstancias a nuestras necesidades, cuando debiéramos aprender a aceptar nuestras circunstancias como la primera condición para saber sacar provecho de la vida.

Somos impacientes porque queremos el fruto y la satisfacción del éxito sin tener que pagar el esfuerzo que ello exige.

Somos impacientes porque nos consideramos como los únicos entre los mortales que no debieran tener contrariedades en la vida.

Somos impacientes porque queremos que Dios satisfaga de manera inmediata y según nuestros deseos cada una de nuestras necesidades.

Somos impacientes porque creemos que aceptar con paz las contrariedades de la vida es una experiencia innecesaria.

No hay una vía directa ni un camino corto para vivir la vida. Tampoco es justo que los demás paguen el precio de nuestra decisiones porque creemos que entre más dificultades nos ahorremos seremos más felices. Nada mejor para el Espíritu que la serena paciencia que sabe esperar el momento propicio para actuar con decisión. La impaciencia ciertamente no es inacción, sino la capacidad de encausar nuestros esfuerzos de la manera más eficiente, en los momentos más oportunos.

La mayor victoria de nuestra vida no la alcanzaremos luchando contra los demás, sino superando nuestras propias limitaciones.

La clave de la paciencia es pedirla a Dios sometiendo nuestro temperamento al control de su Espíritu. Esta es una tarea para cada día de nuestra vida cuyo fruto será la paz del corazón.

"Pacientemente esperé al Señor, y se inclino a mi y oyó mi clamor" Salmo 40:1.

 


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