De acuerdo a las estadísticas y estudios de opinión, los pronósticos se hacen realidad, de una contienda iniciada con tres posibles se cierra únicamente en dos: Andrés Manuel y Ricardo Anaya, el candidato postulado por el PRI finalmente y pese a sus mejores esfuerzos se quedó completamente rezagado, se cumplieron las previsiones en el sentido de que tenía una pesada carga por el lastre de la actual administración que el factor ancla le impidió ser competitivo.

Se han despejado las incógnitas, las campañas se focalizan entre dos contendientes con perfiles contrastantes, las diferencias entre ambos son amplias, desde las edades hasta sus propuestas, sin descartar la habilidad que los identifica pues los dos han acreditado capacidad política y conquistado respaldo social para llegar a la posición que ocupan.

La guerra de las encuestas también juega un papel importante, existen de todo tipo, el denominador común pone a López Obrador como puntero, algunas con inalcanzable ventaja, otras más moderadas y serias indican la tendencia hacia una cerrada competencia.

Eso explica la intensidad con que se mueven los candidatos en busca de los votos, la preocupación de conservar los propios y las estrategias para convencer a los simpatizantes de quienes ya se desinflaron, sin embargo, cabe agregar que fincan sus mensajes en restar sufragios del adversario en tanto que al sumarlos a su causa tiene un doble efecto, así que sus baterías se enfocarán directamente a atraer el voto blando de cada uno.

En esa medida se prevé la continuación de propuestas que serán motivo de mutua descalificación cada vez con mayor énfasis, están entrando a la recta final y, por lo tanto tienen que echarle todos los kilos, cualquier descuido será aprovechado por el adversario y traer consecuencias fatales.

Por otra parte, el juego mediático y las redes sociales se han convertido en elemento esencial al ser la forma más efectiva de comunicación, a la par que permite el contraste entre los candidatos, la interacción y debate de los electores creando y formando criterios de elección.

Por último y de gran importancia en la contienda es la estructura de cada quien, pues esa parte representa la capacidad de movilización el día de la jornada electoral. La organización territorial como brazo central de cualquier campaña política se convierte en el eje articulador en la consolidación del éxito o el fracaso, en este renglón quien logre mayor efectividad de antemano se prevé obtendrá mejores resultados.

De ahora en adelante todo cuenta: mensajes, propuestas, encuestas, descalificaciones, medios, redes sociales y estructura. En su conjunto constituyen y son producto de una elaborada estrategia para caminar hacia el triunfo o, si alguno se descuida y comete errores: la derrota.

El tiempo transcurre y solo quedan dos en la competencia, ese es un hecho objetivo, concreto y palpable, lo que sigue aún es incierto.